Epígrafe Fronterizo

"El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio de los garbanzos, del pan, de la harina, del vestido, de los zapatos y de los remedios dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y se ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el niño abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales"

Bertold Brecht

martes, 15 de marzo de 2011

El Consenso Neoliberal chileno: De Termoeléctricas, Negociados y Goles de Mitad de Cancha


En Chile llamamos a eso “desayunarse”. Enterarse de algo “chocante” sorpresivamente. No sé si la denominación de “chocante” proviene del anglisismo schock, ni tampoco si la noticia generó sorpresa en muchas personas. Pero la sensación estomacal fue desagradable o, al menos, perturbadora. Como un alimento en dudosas condiciones ingerido a primeras horas de la mañana. Es decir, un mal desayuno.

Un amigo chileno de mis tiempos de adolescencia, el “gato” Vallejos, me lanzó el link a la cara. “La izquierda y la derecha en el mismo negocio” –me espetó a quemarropa. Un link de Youtube del cual colgaba la frase de entrada “El tono maternal de Bachelet me parece ahora falso y peligroso, muy peligroso”. Con esas palabras concluye el periodista chileno Tomás Mosciatti, en un enlace de radio Bio Bio para el canal de televisión CNN Chile, su reporte acerca de un casi probado y vergonzoso vínculo entre el gobierno de Michelle Bachelet –ella incluida- y altos funcionarios de la actual administración de Piñera, para aprobar el funcionamiento de la Termoeléctrica Campiche, en la provincia de Valparaíso - Chile. El link donde Mosciatti hace de interfase para difundir lo que Wikileaks puso a disposición del estómago de los chilenos y de la humanidad es http://www.youtube.com/watch?v=mEofyQl9LiU.

El gobierno de Michelle Bachelet habría autorizado el funcionamiento de la mentada termoeléctrica perteneciente a la megaempresa estadounidense AES Gener, en un área verde. Esto a pesar de que la Contraloría General de la República había resuelto que Campiche no se podía instalar en ese lugar. Lo mismo habría opinado la Corte Suprema de Justicia: en un área verde ni en sueños se puede instalar una termoeléctrica. Lo inquietante es que la Comisión Regional de Medioambiente (COREMA), en conocimiento de estos antecedentes, se habría alineado con el Gobierno de Bachelet para pasarse la institucionalidad por su mejor parte.

El problema es que son las instituciones las que hacen evidente el vínculo dinámico entre el mercado, las oportunidades (cuando son universalizadas), las fuerzas políticas en juego y los procesos sociales y culturales. Y en el contexto chileno y latinoamericano la construcción de organizaciones e instituciones se ha dado –muchas veces- en función de los intereses de las elites, independiente del color político del gobierno de turno. Porque en este caso se habla de funcionarios de absoluta confianza de la Presidenta Bachelet torciendo el Estado de Derecho, para dejar pasar el Lobby en una secuencia poco ética de operaciones político-financieras. Y aquí la frase favorita chilena de que “las instituciones funcionan”, obviamente es correcta; las instituciones funcionan, pero en favor del negocio de las elites. Y a la perfección. La solución legalista habría sido la publicación del Decreto Supremo 68, promulgado el 31 de Diciembre de 2009, por parte del Ministerio de Vivienda y Urbanismo, el cual modifica la Ley Urbanística Nacional con relación al Uso de Suelos para Fines Productivos. Mosciatti, con tono molesto, remata definiendo esta operación como un acto de sastrería política, donde la modificación legal consiste en una suerte de “traje a la medida”.  Pero, en este caso, un traje perfecto para la oscura corporalidad de los gringos de AES Gener.

Con relación a la parte más débil de la historia, la Municipalidad de la comuna de Puchuncaví se habría opuesto al proyecto. Sin embargo, a los pocos días -de manera surrealista- el Consejo Municipal se habría reconvertido y mostrado aquiescente con la noble iniciativa norteamericana, gracias a generosos aportes a sus agradecidas arcas municipales. Es sorprendente que ni la comisión de la cámara de diputados mandatada para investigar este contubernio haya funcionado en modo alguno. Ni los responsables políticos de aquel entonces, Patricia Poblete (ministra de vivienda), Edmundo Pérez Yoma (ministro del interior, pero vicepresidente de la república en aquel momento), ni la propia ex - presidenta han dado explicaciones al respecto. Se sabe que AES Gener, a través del embajador norteamericano en Chile, Paul Simons, llevó a cabo fructíferas conversaciones con el gobierno chileno destinadas a lograr la aprobación del negocio. De estas conversaciones no se habrían escapado ni las carteras ministeriales de Minería y Medioambiente. Todos alineados y obedientes ante el poderoso capital del gigante del norte. De la presidenta para abajo.

Pero, pasando a la vereda del frente, se reconoce en esta historia la participación del estudio de abogados de AES Gener, donde operaba Rodrigo Hinzpeter antes de ser el actual ministro del interior del gobierno de Piñera. También la presencia de la empresa lobbysta AZERTA de Cristina Bitar; ambos -junto a otros- son los mismos niños bonitos de la derecha chilena, vinculados hasta el cuello con el actual gobierno que acaba de aprobar hace pocos días el funcionamiento de la termoeléctrica a carbón Castilla (ver http://www.elmostrador.cl/sin-editar/2010/10/07/la-llegada-de-cristina-bitar-a-la-termoelectrica-castilla/).

Todo este rápido recuento de Mosciatti deja en evidencia que los principales sectores políticos chilenos, ya sean oficialistas o de oposición, se encuentran sin mínimos roces en el difuso terreno de los intereses económicos del momento. Sin embargo, la pregunta es qué les pasa a los chilenos cuando –como respuesta- toman plácidamente palco ante el feliz cierre del negocio. O, al menos, la incomodidad no los mueve ni un milímetro de sus butacas. Pareciera que los dueños de la billetera y del lobby, más que generar rechazo en la ciudadanía, hacen secretar copiosamente adrenalina producto de la admiración. Desde afuera da la impresión de que la base social no trata organizadamente de generar un proyecto-país a largo plazo, sino que inyecta toda su energía existencial (y su propia individualidad exacerbada) en tratar de recibir algún trozo del pastel que la fiesta de la elite económica deja a los quintiles inferiores de la población. Cuando no se tiene –individual o colectivamente- injerencia en la vida pública, en la vida que concierne a todos, la vivencia de desempoderamiento político emerge y se redirigen los intereses de las personas hacia la dimensión privada de la supervivencia económica y del deseo de alcanzar un estatus social eminentemente personal.

Es cierto que la crisis de representatividad generada por el sistema binominal implementado por Pinochet, es en parte responsable de la creciente inmovilidad política de la sociedad chilena. Pero, a estas alturas ya no quedan dudas de que ninguno de los sectores políticos que compiten periódicamente en elecciones hace 20 años, haya padecido insomnio por el binominalismo chileno. El cálculo electoral es más seguro y se evitan así los comportamientos impredecibles de la base social, cuando ésta –en toda su diversidad- se empodera y se hace protagonista de su propio destino. Imaginar a Chile cambiando la Constitución pinochetista, derogando el sistema binominal (también pinochetista) y poniendo por delante la lucha por los derechos políticos, económicos, sociales y culturales, parece ser el guión de una buena novela de política-ficción. Para una gran mayoría de chilenos el modelo capitalista neoliberal se transformó en una verdad absoluta, inamovible e incuestionable, evidenciándose con ello la manera en que en una cultura un mito, una creencia ilusa, puede llegar a vestirse de certera realidad.

No es de extrañar que la derecha se regocije con esta suerte de engaño; pero, que la izquierda chilena haya retirado de su análisis y de su acción política el cuestionamiento al mito que ubica al modelo económico chileno -apenas regulado- como la única forma de desarrollo posible, explica en gran medida la suerte de colusión política observada en el negociado de las termoeléctricas. Siempre debimos sospechar de aquella clase política que temblaba ante la posibilidad de arremeter críticamente contra la ilusión neoliberal. Así como de esa clase política que abandonaba el sano ejercicio de construir nuevas ideologías políticamente empoderantes. Pero, éramos niños maltratados y cansados sobrevivientes de la prepotencia militar de los años 70 y 80. Nos mandaron para la casa y/o anestesiaron nuestros sueños de un mundo mejor con la morfina de la tarjeta de crédito y de la capacidad de consumo. Nos desclasaron y nos vendieron la consigna de que el futuro del país es fruto del espíritu emprendedor, individual e innovador. Que la política era para los políticos y que nuestra función en ese escenario era periódica y disciplinadamente sufragar, sin osar hacer de la crítica una molesta costumbre.

Y mientras nos fuimos a ver cómo sobrevivíamos, cómo hacíamos para cambiarnos a un barrio “mejor”, mientras nos vestíamos con la moda del éxito económico individual y hablábamos con la papa en la boca, se nos olvidó que el país es de todos; de aquellos que lo construyeron y que ya no están; de aquellos que sí están, pero que el futuro de sus nietos es sólo una entelequia de la cual no se es responsable; de aquellos que aún no están, pero que probablemente heredarán de los que sí están ahora un mundo más miserable.

Romper el mito neoliberal no es sólo una exigencia moral, sino un imperativo de justicia. Cierto movimiento telúrico se está produciendo, no sólo en la configuración geológica chilena, sino que en la conciencia social y política de sus nuevas generaciones. Sin embargo, Mosciatti no exagera. Lo de las termoeléctricas fue un gol de mitad de cancha. Realmente, los niños bonitos de la sociedad chilena, con un buen espaldarazo gringo, nos pasaron sin asco y por enésima vez “gato por liebre”.