Epígrafe Fronterizo

"El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio de los garbanzos, del pan, de la harina, del vestido, de los zapatos y de los remedios dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y se ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el niño abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales"

Bertold Brecht

martes, 30 de octubre de 2012

Abstención y Voto Chileno en el Exterior: Distracción o Cinismo Político



Fotografía: Pablo Ocqueteau

A sólo pocas horas de haber concluido las últimas elecciones municipales en Chile, los medios de comunicación han puesto sobre la mesa un nutrido repertorio de análisis, acerca del comportamiento electoral de los casi trece millones de chilenas y chilenos que, mediante la inscripción automática, fueron habilitados para votar. Y uno de los focos primordiales de reflexión se centró en el hecho de que sólo 5,6 millones de personas hayan concurrido a las urnas, es decir, menos de un 40 % de participación efectiva, lo que constituiría un golpe de proporciones históricas al tablero institucional de la política chilena. Algunos atribuyen esta situación de desafección a la apatía por el sistema político y a la crisis de legitimidad de las instituciones. Otros apuntan a una colección variopinta de candidatos, sin un verdadero proyecto o relato que congregue a la ciudadanía. Inclusive, el carácter voluntario del voto es erigido como un factor responsable de la ausencia de participación en las urnas.

Independientemente del peso argumental de este tipo de explicaciones (todas susceptibles de escrutinio) y a pesar de que se diga de que con un 61 % de abstención el sistema político podría ir a parar a la UTI, también es muy probable de que esto sea sólo un vendaval, una inocua inclemencia climática que no perturbará la estructura de relaciones económicas, sociales y políticas del Chile de hoy. Es cierto que una arraigada cultura de despolitización y la pérdida de legitimidad de las instituciones políticas podrían explicar parcialmente el ausentismo electoral. Sin embargo, eso no significa que aquí la política pasó a mejor vida, sino que la que quedó malherida es la “política despolitizada” y restrictiva. Alberto Mayol ya señala en su libro “No al Lucro” que, a partir de las movilizaciones sociales del 2011, en la ciudadanía ha irrumpido un proceso de re-politización. Podría eso explicar en parte el triunfo de algunos líderes sociales por sobre candidatos designados por centralizadas cúpulas partidistas. Abstención y re-politización coexisten actualmente, aunque en la superficie parecieran entrar en contradicción.

Del mismo modo, lo que no se dice en esa superficie, se oye a gritos fuera de Chile. Una de las elegantes maneras de definir la operación analítica que deja a algunos ciudadanos fuera del foco de reflexión sociopolítica, sin parecer que se les oculta, es la invisibilización. Se trata de excluir, por desconocimiento pueril o debido a una solapada intención deliberada, a un sector de la sociedad al que se le priva del ejercicio efectivo de un derecho consagrado normativamente. Sorprende que no se diga que con la inscripción automática, cientos de miles de chilenas y chilenos que residen en el exterior componen ese 61 % de supuesta “abstención”. Tampoco se dice que, aunque la normativa les concede el derecho a voto, la institucionalidad política no ha implementado el reglamento electoral, ni la logística correspondiente, que les permita ejercer su derecho legítimo a sufragar encontrándose en el exterior.

Desde esta perspectiva, esta supuesta “abstención” está conformada por un porcentaje importante de ciudadanas y ciudadanos residentes en el exterior, que deseaban expresar su voluntad política en estas últimas elecciones y que vieron obstaculizado ese derecho por la misma institucionalidad chilena. Hace años que diversas organizaciones chilenas residentes fuera del país vienen demandando que se implemente efectivamente el derecho a voto en el exterior. Sin embargo, ese derecho se encuentra secuestrado por los mismos responsables de implementarlo. Sólo basta observar la campaña “Mánchate el Dedo, Vota por Chile”, originada en Francia, pero efectuada por la Red de Chilenas y Chilenos en el Exterior, que consistió en la realización de votaciones simbólicas en las principales ciudades del planeta, en Octubre de 2012, con gran convocatoria. Obviamente, la invisibilización aquí operó a la perfección. Incluso, volviendo espurio hasta los más sesudos análisis acerca de la “abstención” en las últimas elecciones municipales chilenas ¿Distracción o cinismo político? La mayoría en el exterior, afortunadamente, se da cuenta de que se trata de lo segundo.

lunes, 22 de octubre de 2012

El Chile Cortesano y el Declive de su Despolitización


"Like a Rolling Stone", Obra Visual de Pablo Ocqueteau (www.ocq.cl)


Se puede. Pero, no es fácil. Menos aún cuando se nos dijo majaderamente que la política era para los “políticos”, ya sea militando en un partido u ocupando cargos de “representación popular” o de gobierno. Más de alguno habrá intuido que eso era una falacia y que eso se llama “despolitización”. Y que esto último, en el modelo neoliberal implementado sin contrapeso desde la dictadura militar, se constituiría y aún se constituye en una virtud. Despolitizarse en Chile era necesario para integrarse a la sacralizada supremacía del mercado: Si quiere integrarse, consuma. No piense en que su país se ha erigido en un país feudal, donde unos cuatro o cinco grupos económicos deciden desde el precio de un yogurt en el supermercado, hasta las leyes de la república.
   
Deje la política para los políticos, que ellos mantendrán intacta la estructura neoliberal de relaciones económicas y de concentración de poder, ya sean éstos políticos de centro-derecha o de centro-izquierda. Usted sólo consuma. Y sea innovador, sea emprendedor, para que su capacidad de consumo aumente y se cambie a un barrio mejor, sus hijos vayan a un colegio privado de élite, se salga de FONASA e ingrese a una Isapre. En un país de arribismo cortesano, de ansias de formar parte de una suerte de aristocracia, todas y todos quieren pertenecer a la Corte del Rey. Acercarse a las élites se transformó en el sueño –explicito u oculto- del Chile despolitizado. “Rotear” al vecino o al del barrio de al lado, se convirtió en el ethos de un país que se embeleza con el elitismo y ningunea al que no cumple sus estándares de consumo.

¿Por qué “roteamos”? Por ignorancia. Porque no nos damos cuenta de que entre un poblador de la Pintana (en Santiago) o de Lanín  (en Temuco) y un pujante individuo que se ha comprado una casa en un “buen barrio”, con un crédito bancario a treinta años, los une una terrible realidad que los hermana, pero que es negada bajo el velo de esa despolitización obstinada. Ambos se encuentran subordinados, sujetos al poder omnímodo de las élites económicas, de estos señores feudales que exudan exitismo en la revista Forbes, mientras saquean a destajo y deciden cuánto vale su bono de atención en salud, el paquete de arroz en el supermercado, el monto de su jubilación, si podrá votar estando en el extranjero o si las grandes empresas (las de ellos) pagarán o no en Chile un impuesto de primera categoría decente.

La re-politización que se inició en Chile en el 2011, consiste en comprender que estamos insertos en relaciones desiguales de poder, en relaciones de dominación y subordinación, ya sean de clase, de género, étnicas, laborales o de lo que sea, y que esa sola reflexión es peligrosa. Porque apunta a modificar la estructura de relaciones económicas y políticas de dominación. La última vez que se intentó eso en Chile, los señores feudales impusieron 17 años de dictadura militar. Es un tema, por tanto, de clase. Si usted está en esa línea, dejará de actuar, entonces, como –usando la antigua jerga- un “desclasado”. Se puede, pero es doloroso. Y no se deje engañar. La política no es de los políticos; la política es un bien público, una actividad cotidiana ejercida por todas y todos, una reflexión y una acción que irradia todas las áreas de la vida social… para bien de cada uno de nosotros, pero para mal de la dictadura económica de los grandes mercaderes y de toda esa acaramelada cultura cortesana.