Fotografía de Rodrigo Pastor Pensa
Hace
unos días leí, por recomendación de un amigo chileno, un artículo de Ignacio Ramonet, publicado en Le Monde
Diplomatique, titulado “La Coacción Alemana”. El texto de
Ramonet se desliza entre una descripción de la hegemonía económica
germana en el escenario europeo (especialmente sobre los países del
sur del viejo continente), la germanofobia
que se estaría suscitando
entre sus socios de la Unión Europea (incluyendo a Francia y al
foráneo Reino Unido) y una mención a declaraciones que han
realizado algunas autoridades políticas alemanas, respecto de
eventuales causas culturales a la base de la crisis: pereza,
despilfarro y corrupción, entre otros epítetos dirigidos a los
pueblos europeos más socavados económicamente y estrangulados por
las exigencias de austeridad emanadas desde Berlin.
Es
probable que Alemania se erija, por su indiscutido éxito económico,
en una suerte de barrio alto en la Europa del Siglo XXI. Con humor
negro Ramonet cita una columna de Georg Diez, publicada por el
semanario alemán Der Spiegel (11.11.2011), quien -en alusión a la
actual conquista económica germana- comienza diciendo: “Alemania
ganó la Segunda Guerra Mundial la semana pasada”. Quizás la
autoestima alemana, aunque parezca soterrada, esté tomando
magnitudes siderales entre su fauna política. Mientras atribuyen a
la pereza, a la parranda y a la corrupción el desplome de los países
que bordean el Mediterráneo, obviamente que pensarán lo contrario
de sí mismos.
Esa
suerte de xenofobia disfrazada de antropología cultural es más
vieja que el hilo negro. Recuerdo que en un almuerzo en un casino de
la Freie Universität Berlin, comentábamos –entre colegas alemanes
y latinoamericanos- sobre el caso del entonces ministro de defensa
alemán Karl-Theodor zu Guttenberg, quien fue acusado de haber
plagiado su tesis de doctorado, lo que tomó ribetes de escándalo y
desencadenó su estrepitosa renuncia. “Lo
que pasa es que nos estamos latinoamericanizando…”
–señaló muy suelta de cuerpo la colega alemana sentada a mi lado,
para luego percatarse avergonzada de la estupidez de su afirmación.
Lo interesante de ello fue la espontaneidad con que mi colega
profirió esa idiotez, que de paso casi nos arruinó el almuerzo.
Como diríamos en Chile: “le salió del corazón”. Es que lapsus
linguae como
aquellos no son menores. La atribución peyorativa a causas
culturales es el dispositivo más popular utilizado para
invisibilizar algo mucho más perverso: la legitimación de la
dominación.
Lo
que debe saber el ciudadano de Atenas, Lisboa o Madrid, que acusa de
nazi a la canciller alemana Angela Merkel, es que detrás de la
señora del Reichstag están las corporaciones transnacionales y los
grupos económicos locales celebrando el verdadero festín. Y digo
“transnacionales” porque para el saqueo no hay fronteras
nacionales que valgan. Estas entidades maniobran en un nivel muy
diferente al que opera la clase política, la cual ha legitimado e
institucionalizado el desvalijamiento de naciones completas. En la
monserga de caracterizaciones culturales, no hay ladrones
responsables de la debacle que sonríen en la revista Forbes, sino
que pueblos completos que duermen la siesta o que se rascan
somnolientos las bolitas de la entrepierna. Las políticas de
austeridad, que me recuerdan la jibarización del Estado que se viene
ejecutando en Chile desde la dictadura pinochetista, no es otra cosa
que una fase de privatización de bienes y servicios públicos, como
antesala a la apropiación a destajo de los recursos de los países.
Mientras
usted no le ponga el cascabel al gato, que parece gato, pero su
tendencia depredadora sobrepasa los límites de peligrosidad del
genoma felino, seguirá haciendo dos cosas: Primero, creer que es la
clase política (y no la económica) la última y principal
responsable del secuestro y esclavitud de millones de seres humanos.
Y, segundo, continuará –como mi colega alemana y sus exabruptos
xenófobos- pensando que es la última chupada del mate y que
necesariamente existen algunos seres humanos que quedarán fuera de
la categoría de “prójimo”.
Y
eso, sin lugar a dudas, no es culpa de los alemanes.
* Publicado en "Bufé Magazín de Cultura" y en "El Quinto Poder".
* Publicado en "Bufé Magazín de Cultura" y en "El Quinto Poder".