Epígrafe Fronterizo

"El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio de los garbanzos, del pan, de la harina, del vestido, de los zapatos y de los remedios dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y se ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el niño abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales"

Bertold Brecht

jueves, 16 de febrero de 2012

Camila Vallejo en Alemania: Una generación política que arribó para quedarse


Fotografía: Pablo Ocqueteau

Cuando en agosto 2011, durante un debate en la Canal CNN Chile, el entonces vicepresidente de la FECH Francisco Figueroa le anunciaba a Sergio Bitar -ex ministro de educación del gobierno de Ricardo Lagos- que su generación llegó a la política para quedarse”, no pocos contemplaron atónitos las declaraciones del dirigente estudiantil (http://www.youtube.com/watch?v=q-3MaNKVAV4). Sí, atónitos. La declaración de Figueroa no sólo explicitaba el quiebre entre el movimiento estudiantil y la clase política; no solamente le enrostraba a Bitar la deslegitimación de los gobiernos de la Concertación, con relación a su función contrahegemónica frente a un modelo autoritario y neoliberal extremo implementado en Chile. Lo señalado por el joven dirigente rompía con una tradición político-cultural asociada a los movimientos sociales, desde el fin de la dictadura militar. Mientras que, una vez conseguido el poder, la estrategia política concertacionista fue que los miles de chilenos que lucharon contra la opresión castrense “se fueran para la casa” (y se quedaran en ella), la promesa de los estudiantes movilizados en el 2011 fue rechazar el carácter efímero de la movilización social, apostando por su permanencia en la lucha por los cambios estructurales.

Y no hubo marcha atrás. A pesar de la oposición del gobierno de Sebastián Piñera, de la derecha económica (la oligarquía) y de la derecha política frente las demandas estudiantiles y sociales; a pesar incluso de muchos concertacionistas neoliberales con discurso “progresista”, esta promesa está plenamente vigente en el año 2012. Y no sólo dentro de Chile, sino que su expresión en el escenario internacional se ha encarnado en la sucesora de Figueroa, Camila Vallejo. Seguida por los medios de prensa de todo el orbe, la dirigente estudiantil -que ocupó la presidencia de la FECH y la vocería de la CONFECH en el 2011- se ha transformado hoy en día en un ícono indiscutido de la izquierda chilena y mundial. Aquí se trata de una representatividad política para la izquierda que trasciende la vinculación orgánica que Vallejo tiene con el Partido Comunista de Chile.

La reciente visita de la actual vicepresidenta de la FECH a la República Federal Alemana, junto a Karol Cariola (secretaria general de las Juventudes Comunistas de Chile) y a Jorge Murúa (dirigente nacional de la Central Unitaria de Trabajadores, de Chile), ha recibido el espaldarazo, no sólo de la comunidad alemana y europea, sino que también de un gran número de chilenas y chilenos residentes en el país germano. Invitados por la fundación alemana Rosa Luxemburgo, asociada al partido Die Linke (La Izquierda), recorrieron Alemania dialogando con la comunidad local respecto de la movilización estudiantil chilena del 2011 y de su proyección para los meses que se avecinan.

En Berlin, el 8 de febrero de 2012, el Audimax de la Humboldt Universität se vio colmado de asistentes que escucharon concentradamente el testimonio de la delegación chilena. Camila Vallejo, junto a Cariola y a Murúa, expuso en detalle acerca del proceso político a  la base de la movilización social, en una lucha difícil contra esa suerte de “modelo feudal oligárquico” que forma parte de la cultura de este país sudamericano. Aunque en Chile a algunos les provoque escozor el carácter de figura internacional de Vallejo, afortunadamente la movilización estudiantil chilena -transformada en un gran movimiento social- ha tenido como resultado una legitimación política de gran envergadura a nivel global. Y Camila Vallejo ha contribuido significativamente a ello.

Sin embargo, la resistencia cultural es otro escollo que aún tendrán que sortear los estudiantes y las miles de chilenas y chilenos que desean cambios estructurales. En los medios circulan aseveraciones respecto de la disminución del apoyo ciudadano a las movilizaciones, aduciendo al cansancio generado por las continuas protestas sociales. Quizás ello resulte de las vicisitudes del proceso de emergencia de una nueva conciencia política aún inconclusa; no es fácil comprender –en una cultura donde las desigualdades son “naturalizadas” y responsabilizadas a nivel individual- que los destinos de las personas se construyen y se sustentan con base a derechos colectivos y universales. Asumir que la pobreza, en su sentido más extenso, no es un problema de exclusividad personal, sino que surge de un sinnúmero de derechos universales que no están siendo garantizados, es un verdadero cambio en la cultura sociopolítica.

Es comprensible, por tanto, ese cansancio ante la protesta social, si no se entiende que los cambios estructurales van a enfrentarse a la férrea resistencia de las élites económicas y de una significativa parte de la clase política cooptada económica o ideológicamente. La protesta social –que es criminalizada en Chile de manera escandalosa por estas mismas élites- constituyó en el 2011 uno de los instrumentos políticos más importantes para poner en la mesa el fracaso de un modelo de desarrollo, sólo exitoso para unas pocas familias chilenas. Y ante la resistencia violenta y represiva de la oligarquía y del gobierno chileno, la protesta social pasó a concebirse como un derecho.  Eso lo dejaron muy en claro Camila Vallejo, Karol Cariola y Jorge Murúa, en el Audimax de la Humboldt Universität, Berlin. Y enhorabuena. La legitimación política de la protesta social es un derecho ya demandado por una generación que, afortunadamente, llegó para quedarse.