"Like a Rolling Stone", Obra Visual de Pablo Ocqueteau (www.ocq.cl)
Se puede. Pero,
no es fácil. Menos aún cuando se nos dijo majaderamente que la política era
para los “políticos”, ya sea militando en un partido u ocupando cargos de
“representación popular” o de gobierno. Más de alguno habrá intuido que eso era
una falacia y que eso se llama “despolitización”. Y que esto último, en el
modelo neoliberal implementado sin contrapeso desde la dictadura militar, se
constituiría y aún se constituye en una virtud. Despolitizarse en Chile era necesario
para integrarse a la sacralizada supremacía del mercado: Si quiere integrarse,
consuma. No piense en que su país se ha erigido en un país feudal, donde unos
cuatro o cinco grupos económicos deciden desde el precio de un yogurt en el
supermercado, hasta las leyes de la república.
Deje la política
para los políticos, que ellos mantendrán intacta la estructura neoliberal de
relaciones económicas y de concentración de poder, ya sean éstos políticos de
centro-derecha o de centro-izquierda. Usted sólo consuma. Y sea innovador, sea
emprendedor, para que su capacidad de consumo aumente y se cambie a un barrio
mejor, sus hijos vayan a un colegio privado de élite, se salga de FONASA e
ingrese a una Isapre. En un país de arribismo cortesano, de ansias de formar
parte de una suerte de aristocracia, todas y todos quieren pertenecer a la Corte del Rey. Acercarse a
las élites se transformó en el sueño –explicito u oculto- del Chile
despolitizado. “Rotear” al vecino o al del barrio de al lado, se convirtió en
el ethos de un país que se embeleza con el elitismo y ningunea al que no cumple
sus estándares de consumo.
¿Por qué
“roteamos”? Por ignorancia. Porque no nos damos cuenta de que entre un poblador
de la Pintana
(en Santiago) o de Lanín (en Temuco) y
un pujante individuo que se ha comprado una casa en un “buen barrio”, con un
crédito bancario a treinta años, los une una terrible realidad que los hermana,
pero que es negada bajo el velo de esa despolitización obstinada. Ambos se
encuentran subordinados, sujetos al poder omnímodo de las élites económicas, de
estos señores feudales que exudan exitismo en la revista Forbes, mientras
saquean a destajo y deciden cuánto vale su bono de atención en salud, el
paquete de arroz en el supermercado, el monto de su jubilación, si podrá votar
estando en el extranjero o si las grandes empresas (las de ellos) pagarán o no
en Chile un impuesto de primera categoría decente.
La
re-politización que se inició en Chile en el 2011, consiste en comprender que
estamos insertos en relaciones desiguales de poder, en relaciones de dominación
y subordinación, ya sean de clase, de género, étnicas, laborales o de lo que
sea, y que esa sola reflexión es peligrosa. Porque apunta a modificar la estructura de relaciones económicas y políticas de dominación. La última vez que se intentó eso en Chile, los señores feudales impusieron 17 años de dictadura militar. Es un tema, por tanto, de clase. Si usted está en esa línea, dejará
de actuar, entonces, como –usando la antigua jerga- un “desclasado”. Se puede, pero es
doloroso. Y no se deje engañar. La política no es de los políticos; la política
es un bien público, una actividad cotidiana ejercida por todas y todos, una
reflexión y una acción que irradia todas las áreas de la vida social… para bien
de cada uno de nosotros, pero para mal de la dictadura económica de los grandes
mercaderes y de toda esa acaramelada cultura cortesana.
Tenemos que comenzar con una política limpia, clara, transparente. Tenemos que acabar con los políticos corruptos, ladrones, asesinos y AMARILLENTOS, que se autodenominan de izquierda y son más gorilones que los propios políticos de la derecha. Tenemos que acabar con los políticos oportunistas que prometen un mundo mejor y lo único que cambian es su propio asqueroso mundillo privado.
ResponderEliminarAl fina da risa ver como todos andan uniformados vedtidos con la misma ropa de marca manejando el mismo 4x4 viviendo en condominios porque no son poblaciones, viviendo una vida ajena, sin un sello de autenticidad, pero dentro de los cánones socialmente aceptados, en el fondo aparentar es lo unico que interesa.
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