Epígrafe Fronterizo

"El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio de los garbanzos, del pan, de la harina, del vestido, de los zapatos y de los remedios dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y se ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el niño abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales"

Bertold Brecht

lunes, 9 de octubre de 2017

Elecciones Presidenciales en Chile: De la retórica del marketing al proyecto político


Chile, país republicano ubicado en el extremo sur de Sudamérica, se encuentra ad-portas de sus próximas elecciones presidenciales, parlamentarias y de consejeros regionales, contempladas para el 19 de noviembre de 2017. Cuna del socialista y masón Salvador Allende, de los Premios Nobel de Literatura Pablo Neruda y Gabriela Mistral, de la potencia artística de Violeta Parra y Víctor Jara, así como de la tragedia en las manos genocidas del dictador Augusto Pinochet, la situación política actual de este país sudamericano dista mucho de ser plácida. Desde la convulsión social del 2011, Chile se debate entre un desencanto popular frente a la clase política y la emergencia de diversos movimientos sociales y políticos que se disputan el fin o la continuidad de la trayectoria neoliberal de estas últimas tres décadas.

Con ocho candidatos y candidatas al sillón presidencial, estas elecciones no prometen necesariamente una disminución del 59% de abstención observada en la última contienda electoral por la presidencia de la república. Con una elevada concentración de la riqueza y desigualdad social, con una naturalizada privatización de los recursos y servicios de relevancia estratégica, con un proyecto económico extractivista y con un Estado de carácter subsidiario, el rostro neoliberal chileno parece no inmutarse con lo que ocurra en las próximas elecciones presidenciales. Los numerosos casos de corrupción y la crisis permanente entre el Estado (más los grupos económicos involucrados) y los pueblos mapuche, en el sur de Chile, no han podido correr su maquillaje, ni opacar la hegemonía cultural del actual modelo económico-político chileno. Un cierto ethos cultural despolitizado estaría a la base de esta desafectación por los proyectos colectivos, dificultando el vínculo entre las esperanzas ciudadanas de cambio y las opciones electorales definidas. En otras palabras, la herencia de los Chicago Boys ha encontrado en el imaginario chileno la tierra fértil para los frutos del neoliberalismo, su jerga valórica, su individualismo competitivo y la idea de que la acción de votar no tiene una real incidencia en las posibilidades de transformación económico-política.

Anclados en la izquierda, tanto Eduardo Artés (Unión Patriótica) y Beatriz Sánchez (Frente Amplio) se erigen como los dos contendores más críticos del modelo neoliberal chileno. De carácter más reformista, Alejandro Guillier (independiente y continuista del proceso de cambios implementado por Michelle Bachelet), Alejandro Navarro (Partido PAIS) y Marco Enríquez-Ominami (Partido Progresista) representan un amplio espectro de posiciones, que si bien pueden plantear transformaciones importantes, no parecen focalizarse en modificar a nivel estructural las relaciones económico-políticas instauradas en Chile desde la dictadura militar. Desde una posición de centro-derecha más liberal, Carolina Goic (Partido Demócrata Cristiano) surgió como abanderada generando una escisión en la actual coalición gobernante. Finalmente, José Antonio Kast (independiente, ligado a la Unión Demócrata Independiente) y Sebastián Piñera (Pacto Chile Vamos), se levantan como las dos alternativas de la derecha política, con explícitas intenciones de profundizar el modelo neoliberal chileno.

Aunque el mundo de las encuestas adopta un carácter tendencioso en periodo de elecciones, es Sebastián Piñera el que ha puntuado más alto en los sondeos, seguido de Beatriz Sánchez y Alejandro Guillier. Estas tendencias, observadas en un contexto de desafectación ciudadana por la dimensión representativa de la democracia formal, ponen en relieve la posibilidad de que triunfe en primera vuelta la apuesta por el estatus quo neoliberal, mostrándose más débiles las posiciones reformistas o de transformación estructural. Sin embargo, un eventual balotage (contemplado para el 17 de diciembre), podría poner en peligro las opciones de Sebastián Piñera, si la abanderada o abanderado que compita contra las fuerzas de derecha, es capaz de alinear y reunir, en términos de recursos de convocatoria, al electorado que comprende desde la Unión Patriótica hasta la Democracia Cristiana chilena. Asimismo, el voto chileno desde el exterior podría también generar sorpresas, si los resultados de las elecciones al interior del territorio nacional se muestran estrechos entre los contendores y contendoras.

Más allá del voto duro evidenciado en las elecciones presidenciales anteriores y de las encuestas, el desafío de las candidatas y candidatos es cautivar a aquel 60 por ciento del electorado que se abstiene de concurrir a las urnas. Sin embargo, muchos de los procesos de campaña carecen de un proceso previo y prolongado de construcción de un proyecto político colectivo, lo cual se ha visto reemplazado por una suerte de súbitas promesas u “ofertones” programáticos y por un abanico de declaraciones de intenciones de último minuto. En tal sentido, se tiende a buscar la captura del voto ciudadano recurriendo a la imagen fabricada, a la eventual simpatía de la contendora o contendor, a su conexión con los “problemas y necesidades de la gente”, todo ello a través de los mass media, de las redes sociales, de los eventos masivos y del tradicional “puerta a puerta”.

Lo que es cuestionable es hasta qué punto la ausencia de proyectos políticos de largo alcance, construidos de manera colectiva y participativa, va a poder sostener la legitimidad de la clase e institucionalidad políticas. Asimismo, también cabe preguntar si la reducción de las propuestas programáticas al mero marketing electoral o a anuncios publicitarios, es ahora el método adecuado para capturar –bajo la lógica del “oferta de retail”- a un electorado que ha comenzado a ver en los movimientos sociales el espacio expedito para satisfacer, individual y colectivamente, los anhelos de participación y de toma de decisiones políticas.

En tal sentido, es necesario reconocer que la ciudadanía, en toda su diversidad, observa ahora con suspicacia la empatía de cartón y la locuacidad del marketing, así como la autoexaltación onanista de muchos contendores y contendoras en este “mercado” electoral. En los tiempos en que las promesas políticas ya no entregan muchas esperanzas a las personas, los proyectos de largo aliento, tan inusuales hoy en la clase política, deberían constituir la vía para instaurar la participación, la repolitización y el reencantamiento de la gente por lo colectivo. Y permitir salir de la retórica autocomplaciente del marketing. Porque en Diciembre, en la desesperada carrera por el balotage, las ofertas terminarán y la ciudadanía chilena, inexorablemente, deberá al final y como siempre pagar la cuenta.

(*)    Publicado por la revista alemana Lateinamerika Nachrichten.
(**)  Imagen: Revista Momento.  

miércoles, 30 de agosto de 2017

Alberto Mayol y la Incomodidad Neoliberal


Me hizo bien estar mudo, a todo el mundo le haría bien un poco de silencio para pensarse. Los chilenos hablan tanto y agudo y gritado. El neoliberalismo farandulón los puso así, muy engreídos”.

-          Pedro Lemebel.

Si hay un efecto social que ha caracterizado –entre otros- la emergencia controvertida de la figura de Alberto Mayol, es la incomodidad. Del latín incommoditas, refiere a la condición de provocar molestia o de requerir esfuerzo, una tensión recurrente que ha podido observarse como resultado de sus hipótesis o proposiciones políticas y científicas. Ya sea en la forma o en el fondo, la acometida de Mayol en las primarias del Frente Amplio y su reciente creación de un bloque de izquierda al interior de su coalición, no han sido de fácil digestión. Su focalización en las relaciones de poder significó repolitizar el debate, siendo este último un bien escaso en el actual escenario deliberativo. Y su anclaje en la tradición de izquierda ha irritado la dermis sensible de conspicuos personajes de la intelectualidad académica, de la política y de los mass media.

Ya en una declaración pública del 26 de julio de 2017, señalaba que “todo discurso político desde la izquierda está en los derechos de los(as) trabajadores(as) y en el cuestionamiento a los mecanismos de acumulación económica y de generación de excedentes empresariales basados en el deterioro de los salarios, las condiciones laborales y la explotación del medioambiente”. Es decir, un golpe directo al vientre del naturalizado modelo de desarrollo chileno. E independiente de sus detractores y simpatizantes, su crítica al neoliberalismo criollo ha contribuido con un punto de inflexión para la pretenciosa y despolitizada racionalidad local. 

Desde su mediática irrupción en la ENADE (Encuentro Nacional de Empresarios), allá en el 2011, la controversia política y académica construida en torno a su figura ha sido continua y condimentada. Ante una incómoda élite empresarial, Alberto Mayol cuestionó el modelo económico y social chileno. En su análisis reinterpretó las movilizaciones estudiantiles y sociales de aquel año, como la manifestación de un malestar generalizado frente a un sistema económico-político en crisis. Es muy probable que el análisis del joven sociólogo, realizado en las suntuosas locaciones de Casa Piedra, haya alterado el ritmo cardiaco a más de algún habitué de las neoyorkinas páginas de la revista Forbes. Es que trasladar a esos recintos el aroma enrarecido de la calle, esa agridulce brisa de ciudadanía agobiada de tanto transitar por los estrechos pasadizos de la subordinación, no es precisamente una suave caricia para la afectación olfativa del gran empresariado criollo. La mezcla concurrida de olores nunca ha sido una predilección de palacio.

Tampoco las hipótesis políticas y científicas que declaró en una seguidilla de libros, entre los que se encuentran “El Derrumbe del Modelo” (2012), “No al Lucro” (2012) y “Economía Política del Fracaso” (2015). Sus textos críticos, deliberadamente dialogantes con el  ciudadano común, ofendieron también al espíritu racional-científico de la nobleza académica nacional. Sin embargo, esto último puede ser considerado positivo, toda vez que sus proposiciones e hipótesis, que recorren tanto las dimensiones estructurales como subjetivas del modelo de desarrollo chileno, abrieron un debate reinstalando la necesidad de “politizar” el diálogo académico, político y social, en términos de examinar las relaciones sociales de poder.

Sin embargo, así como la sensibilidad empresarial se vio interpelada críticamente durante la ENADE del 2011, un sector del respetable estamento de científicos sociales no estuvo exento del malestar suscitado ante la eventual “poco académica” calidad de sus proposiciones. “Pseudocientífico”, “pseudoinvestigador” o “poco serio”, son parte del conjunto de  epítetos que algunos de sus pares han emitido aludiendo a su actividad como investigador y teórico. Es probable que muchos de estos calificativos provengan de la complejidad narcisista que abunda a raudales en la academia chilena. También de pares que no han leído un texto suyo, construyendo sus impresiones con base al rumor, a la opinión de “terceras fuentes” o a la cuña editada en los mass media. En otros casos, la crítica proveniente de personas informadas ha sido valiosa para promover los debates político, académico y ciudadano.

Cuando Alberto Mayol, junto a Javiera Araya publicó su estudio que cuestiona la neutralidad política del Fondecyt Regular en la selección de proyectos de investigación, el fuego cruzado del cual ambos fueron blancos -desde el mismo programa público y desde la academia chilena- fue digno de antología. La crítica metodológica y la atribución de “falta de seriedad” del informe, fueron esgrimidas para invalidar la hipótesis (considerada por sus críticos como “absurda”), que señala una relación entre los procesos políticos y la probabilidad de adjudicarse un Fondecyt. Sin embargo, el argumento de la falta de seriedad metodológica es insuficiente para invalidar una afirmación hipotética. Se requiere, además, de la realización de otros estudios que refuten la asociación entre la dimensión política y el proceso deliberativo que sustenta la selección de proyectos de investigación. Esto último, no sólo constituye un criterio científico, sino que también un principio de lógica cotidiana: No se puede hablar de una imposibilidad de hacer pan, sólo por el hecho de que se cuestione la forma en que se ejecutó la receta.

De toda esta trifulca se puede extraer que la receta no trasciende su condición de ser sólo una referencia, una fórmula metodológica subordinada a toda afirmación científica o política. En otras palabras, toda hipótesis crítica constituye una apuesta resiliente, frente a una lógica o itinerario procedimental con pretensiosos ropajes de validez universal. Porque cuestionar que la neutralidad de la institucionalidad científica es inmune a los intereses políticos particulares, es reubicar el lugar de la actividad académica y científica al interior de múltiples relaciones de poder. En otras palabras, contribuye a promover el debate estructural en los ámbitos de la política, de la academia y de la ciudadanía.

Un criterio de relevancia estratégica que debiese proyectar el excandidato, es que la comunicación efectiva de todo análisis y proposición crítica debe permear las diferentes texturas del tejido social. Se trata de promover estos debates en todos los espacios posibles de discusión, así como instalar sus ideas-fuerza en la diversidad de conversaciones cotidianas. En un país neoliberal, donde la vida social está segregada y privatizada en casi todos los ámbitos de interacción colectiva, el riesgo de que las ideas se distribuyan fragmentadamente es casi seguro; es decir, que éstas sólo alcancen a ser digeridas por aquellos sectores sociales más próximos y que resulten ser un eco deformado o silencioso para otros grupos y actores del entramado social.  

Desde esta perspectiva, no deja de ser interesante la alusión apasionada de Lemebel, cuando dispara su prosa contra el engreimiento neoliberal chilensis. La restitución de lo colectivo -tan presente en las propuestas de Mayol- puede ser percibida como una idea difusa o impracticable, debido a la infinidad de clausuras sociales que resultan de tanta segregación. Y el efecto individualista de ello es la falta de reconocimiento entre ciudadanas y ciudadanos, producto de una débil coexistencia, coexperiencia e intercambio sociales. No debe sorprender con ello la emergencia de la vanidad, del prejuicio y de la ignorancia. Tampoco las dentelladas de algunos egos ofendidos. Al contrario, la incomodidad generada por las proposiciones de Mayol puede constituir una valiosa oportunidad para restituir, mediante el debate, el ethos político de todo acto social deliberativo. Pero, al mismo tiempo, poner en tela de juicio la actitud engreída que trae consigo nuestra permanencia prolongada en los frívolos pasillos de la farándula neoliberal.

(*) Imagen: Werkén Rojo.
(**) Columna Publicada en el Periódico NN. Concepción, Chile.