Fotografía: Pablo Ocqueteau (www.ocq.cl)
Los he ido conociendo de a poco y
a más de alguno lo conozco desde antes.
Llegaron a Berlin, cruzando el Atlántico y por distintas razones, desde Temuco,
Santiago, Valparaíso o desde otras urbes chilenas. Llegaron a la capital
alemana incursionando en un oficio que en Chile, salvo por pequeños momentos de
relativo reconocimiento, la mayoría de las veces obtuvo como recompensa el “quedarse
pelando la cebolla”. Son excepcionales estos artistas visuales transplantados. Son
talentosos, técnicamente consistentes y no le hacen asco al trabajo. Muchos de
ellos aprendieron alemán, un idioma sintáctica y gramaticalmente tan diferente
al español chileno, tomando cursos y conversando en las calles o donde pudiesen
enhebrar alguna frase germana coherente.
Poco a poco la sorpresa los
invadió ante lo evidente. Comenzaron a mirar el propio suelo desde afuera,
desde la cotidianeidad del otro país donde ahora residen. Es que acá,
independientemente del estrato socioeconómico de proveniencia (los chilenos
somos adictos a la clasificación y a la compartimentación social), de la región
de origen o de las diversas historias de vida, para las chilenas y chilenos que
arriban a la capital alemana ocurre algo así -recurriendo a conceptos criollos-
como un “emparejamiento de cancha”. Alguien dijo por ahí que el fascismo se
cura leyendo y el racismo, viajando. Yo diría que el clasismo se cura un poco
en Berlin, en la austeridad del día a día, aguzando el ojo en las calles y en la
gente de una ciudad que ha vivido el paraíso y el infierno, durante su
accidentada historia.
Una de las pocas cosas en esta
vida de las cuales tengo una relativa certeza, es que la percepción de cualquier
circunstancia depende completamente de la posición desde la cual se la mira.
Desde una posición espacial, temporal o lógica. Desde el apego a una creencia o
desde su desapego a ella. Desde la quietud interna o desde la ebullición de las
pasiones. La perspectiva tras la cual se miran las cosas puede ser explicable
en muchos contextos, pero también es un estado de conciencia. Acá surge
lentamente la percepción de que se está transplantado, de que los espacios
habitados son prestados momentáneamente, de que lo que creemos de nuestra
propiedad es una ilusión equivalente a las sombras percibidas en la platónica
caverna. Así, nos vemos obligados a contemplarnos más allá de la artificial
clasificación social a la que recurríamos en Chile. El esfuerzo del
transplante, muchas veces difícil, nos hace transgredir el valor espurio de las
credenciales, para revelar a los demás nuestra propia humanidad. Ese es el
“emparejamiento de cancha”, potencialmente aplicable a cualquier lugar de esta
nave espacial llamada planeta Tierra.
Por eso creo que la diversidad
berlinesa imbricada en cada recoveco de esta ciudad, irriga tanta creatividad
chilensis, pero ahora transplantada en otra habitación terrestre. ¿Cómo no
transmutar en una ciudad que alberga a más de ciento veinte nacionalidades, en
sus tres y medio millones de habitantes? Pueden hacer un pequeño esfuerzo y
googlearlos, si lo desean: Francesca Mencarini, Francisco Rozas, Pablo
Ocqueteau, Mónica Segura, Marcela Moraga, Carmen Accorsi y Christian Demarco,
entre muchos otros artistas visuales chilenos que han potenciado su trabajo a
trece mil kilómetros de su terruño. Desconocidos en Chile, pero muy lentamente
reconocidos en la fascinante escena berlinesa, han debido romper sus propios
esquemas mentales para plasmar, en sus nuevas obras, la espléndida evidencia de
su evolución personal y artística.
Lamento que en Chile todas ellas
o ellos hayan experimentado muchas veces -ante su oficio- la gélida
indiferencia social o la tenue y fugaz atención de un público cercano, pero
reducido. Un pueblo que no reconoce tempranamente a sus artistas, se priva de
alcanzar las elevadas trayectorias del espíritu. Se queda ahí, paralogizado,
cautivo de las cadenas de una única forma de auscultar el mundo. Y que, por eso
mismo, deja de ser mundo, para convertirse inexorablemente en una absurda y
miope prisión mental.
(Publicado en Bufé Magazín de Cultura. Vol. 3. http://www.bufemagazin.cl/)
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