Fotografía: Pablo Ocqueteau
A sólo pocas horas de haber
concluido las últimas elecciones municipales en Chile, los medios de
comunicación han puesto sobre la mesa un nutrido repertorio de análisis, acerca
del comportamiento electoral de los casi trece millones de chilenas y chilenos
que, mediante la inscripción automática, fueron habilitados para votar. Y uno
de los focos primordiales de reflexión se centró en el hecho de que sólo 5,6
millones de personas hayan concurrido a las urnas, es decir, menos de un 40 %
de participación efectiva, lo que constituiría un golpe de proporciones
históricas al tablero institucional de la política chilena. Algunos atribuyen
esta situación de desafección a la apatía por el sistema político y a la crisis
de legitimidad de las instituciones. Otros apuntan a una colección variopinta
de candidatos, sin un verdadero proyecto o relato que congregue a la ciudadanía.
Inclusive, el carácter voluntario del voto es erigido como un factor
responsable de la ausencia de participación en las urnas.
Independientemente del peso
argumental de este tipo de explicaciones (todas susceptibles de escrutinio) y a
pesar de que se diga de que con un 61 % de abstención el sistema político
podría ir a parar a la UTI,
también es muy probable de que esto sea sólo un vendaval, una inocua
inclemencia climática que no perturbará la estructura de relaciones económicas,
sociales y políticas del Chile de hoy. Es cierto que una arraigada cultura de
despolitización y la pérdida de legitimidad de las instituciones políticas
podrían explicar parcialmente el ausentismo electoral. Sin embargo, eso no
significa que aquí la política pasó a mejor vida, sino que la que quedó
malherida es la “política despolitizada” y restrictiva. Alberto Mayol ya señala
en su libro “No al Lucro” que, a partir de las movilizaciones sociales del 2011,
en la ciudadanía ha irrumpido un proceso de re-politización. Podría eso
explicar en parte el triunfo de algunos líderes sociales por sobre candidatos
designados por centralizadas cúpulas partidistas. Abstención y re-politización
coexisten actualmente, aunque en la superficie parecieran entrar en
contradicción.
Del mismo modo, lo que no se dice
en esa superficie, se oye a gritos fuera de Chile. Una de las elegantes maneras
de definir la operación analítica que deja a algunos ciudadanos fuera del foco
de reflexión sociopolítica, sin parecer que se les oculta, es la invisibilización. Se trata de excluir,
por desconocimiento pueril o debido a una solapada intención deliberada, a un
sector de la sociedad al que se le priva del ejercicio efectivo de un derecho consagrado
normativamente. Sorprende que no se diga que con la inscripción automática,
cientos de miles de chilenas y chilenos que residen en el exterior componen ese
61 % de supuesta “abstención”. Tampoco se dice que, aunque la normativa les
concede el derecho a voto, la institucionalidad política no ha implementado el
reglamento electoral, ni la logística correspondiente, que les permita ejercer
su derecho legítimo a sufragar encontrándose en el exterior.
Desde esta perspectiva, esta
supuesta “abstención” está conformada por un porcentaje importante de
ciudadanas y ciudadanos residentes en el exterior, que deseaban expresar su
voluntad política en estas últimas elecciones y que vieron obstaculizado ese
derecho por la misma institucionalidad chilena. Hace años que diversas
organizaciones chilenas residentes fuera del país vienen demandando que se
implemente efectivamente el derecho a voto en el exterior. Sin embargo, ese
derecho se encuentra secuestrado por los mismos responsables de implementarlo.
Sólo basta observar la campaña “Mánchate el Dedo, Vota por Chile”, originada en
Francia, pero efectuada por la Red
de Chilenas y Chilenos en el Exterior, que consistió en la realización de
votaciones simbólicas en las principales ciudades del planeta, en Octubre de
2012, con gran convocatoria. Obviamente, la invisibilización aquí operó a la
perfección. Incluso, volviendo espurio hasta los más sesudos análisis acerca de
la “abstención” en las últimas elecciones municipales chilenas ¿Distracción o
cinismo político? La mayoría en el exterior, afortunadamente, se da cuenta de que
se trata de lo segundo.
Aunque hubiese tenido derecho al voto como chileno residente en el exterior tampoco hubiera ejercido ese derecho. Derecho a qué? A votar entre la derecha y la otra derecha? NO, conmigo no van esos jueguitos de prácticas llamadas democráticas, que de democracia ANDA MUY LEJOS. El sistema político partidario chileno usa la democracia sólo como una coartada. Yo no quiero mancharme el dedo por este sistema que no representa ni mis ideales ni mi pensamiento político de democracia verdadera, participativa, incluyente, no discriminatoria. Seguiré mi camino con mi conciencia tranquila de no haber votado por mis torturadores ni mis asesinos, ni mis represores. Muchas gracias...!!!
ResponderEliminarDavid: Me parece muy respetable tu opción de elegir no votar. Sin embargo, para todos los chilenos residentes en el exterior, el no votar no es una opción sino una imposición. Que ellos elijan si votar o no. Esa es la idea.
ResponderEliminarJulio, yo también estoy en completamente de acuerdo contigo: Tampoco me gusta la imposición de no poder votar en el extranjero. Debería existir la ley de voto a todos los chilenos en el extranjero, y ahí sí uno se reserva el derecho a votar o no. Igualdad de derechos a todos los chilenos es lo que aquí se reclama...!!
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