(*) Columna escrita con Alberto Mayol. Fotografía de Pablo Ocqueteau.
El sufragio universal supone que todo ciudadano mayor de edad y sin 
restricciones derivadas de sanciones penales, puede votar libremente en 
una elección. Las democracias contemporáneas se han basado en el 
sufragio universal como característica básica para hacer operativo y 
válido su sistema de representación política. Increíblemente en Chile, 
donde hay una serie de orientaciones concentradoras de poder en el 
sistema electoral y la institucionalidad política, ni siquiera se cumple
 el voto universal. En Chile se excluye del principio de ciudadanía 
electoral a quienes viven en el extranjero, apelando a un argumento que 
recuerda los peores criterios del voto censitario: los chilenos que 
habitan en el extranjero no saben suficiente de Chile, viven bajo otras 
leyes, lo que se decide en Chile no les afecta, entre otras razones. Es 
la misma argumentación para excluir a los iletrados en el siglo XIX, al 
no participar del conocimiento para decidir racionalmente. A estos se 
les acusaba de ignorancia, a los primeros de distancia, pero a ambos se 
les acusa de lo mismo: no tienen suficientes antecedentes para votar.
Mientras tanto, los mismos que impiden este derecho, hacen campañas 
despolitizadas basadas en que nadie entienda qué proponen en concreto, 
carecen de programas y llenan de spots publicitarios y videos banales a 
los ciudadanos que pretenden motivar a votar por ellos. Apelan a los 
vínculos más básicos de la emoción humana y no a la racionalidad. Pero 
para excluir a los chilenos en el extranjero, argumentan en torno a su 
falta de información. El resultado es uno solo: en Chile no hemos 
terminado de configurar el sufragio universal.
Los chilenos en el extranjero se han organizado bajo la consigna “Haz
 tu voto volar” y desde hace un tiempo han comenzado una serie de 
acciones para hacer efectivo el derecho a voto de los chilenos 
residentes fuera del país. Ha sido necesario pues, aún cuando esta fue 
una promesa de campaña del actual gobierno, ello no ha acontecido. Según
 Valeria Lübbert, abogada residente en Washington D.C. y coordinadora 
jurídica de la campaña “Haz tu Voto Volar”, la manera de hacer efectivo 
el voto de los chilenos en el extranjero debe darse a nivel 
reglamentario o legislativo (de rango Ley Orgánica Constitucional) y no 
se requiere —como ha señalado insistentemente el presidente Piñera— de 
una reforma constitucional. Sería muy extraño que el Presidente no 
supiese de lo que habla. Por ello, asumiendo que conoce bien las vías 
procesales para hacer efectivo el voto chileno en el exterior, su 
insistencia en la reforma constitucional parece ser más un ardid 
dilatorio para trabar el ejercicio en el exterior de un derecho que ya 
está consagrado en la carta fundamental.
La campaña de los chilenos en el exterior está representada por un 
avión de papel hecho con la bandera de Chile. Es un “avioncito” como 
aquellos que en nuestra niñez confeccionábamos para lanzar a esos cielos
 que pensábamos que pertenecían a todos. Sí, a todos. Porque en la 
infancia aún están difusas o son menos evidentes las fracturas sociales 
que nos ubican en posiciones distintas, en una sociedad donde los 
derechos son denegados a muchos.
En una de las alas del avión de papel se encuentra impresa la 
consigna “Haz tu Voto Volar”. El 25 de mayo de 2013 esta frase fue 
enarbolada por una multitud de chilenas y chilenos en más de ciento 
sesenta ciudades del planeta, los cuales se manifestaron para exigir el 
ejercicio de su derecho a votar en exterior. Esos “avioncitos” surcando 
los aires en distintas latitudes del mundo, no sólo transportaban 
simbólicamente los votos que —cruzando océanos y continentes— 
representaban la voluntad política de miles de chilenos, para ser 
depositados en una urna imaginaria situada en la tierra de origen. 
También reflejaban la conciencia de que cada compatriota en el exterior 
ya es titular del derecho a voto. Esto quiere decir que la Constitución 
reconoce a todas las chilenas y chilenos como iguales, se encuentren 
dentro o fuera del país.
Parte del problema, es evidente, reside en que la derecha chilena 
sigue viviendo bajo las lógicas de la postdictadura. Aunque gran parte 
de los hijos de los políticos de la derecha viven o han vivido fuera de 
Chile, siguen pensando que el resto del mundo es un antro de chilenos 
refugiados políticos, tropel de marxistas que como fantasmas recorren 
Europa. Por eso su lógica opera en términos de cálculo electoral, 
imaginando que los casi un millón de chilenas y chilenos en el exterior 
(incluyendo niños y lactantes) escriben sus convicciones políticas con 
la mano zurda. Y eso es una falacia del tamaño de una montaña. Chilenos 
de todas las edades y situados en todas las veredas políticas se han 
congregado para demandar juntos el ejercicio de un derecho del cual se 
sienten titulares. No pueden votar en el exterior (esa es la respuesta 
que les han comunicado consulados y embajadas), aunque algunos fueron 
designados vocales de mesas y en su totalidad componen —en calidad de 
“falsos positivos”— un porcentaje de aquel 60 % de electores que no fue a
 sufragar en la última elección municipal.
Hace poco tiempo el presidente Piñera afirmó que el único “vínculo” 
que exigía para que se pudiese votar en el extranjero era registrarse en
 consulados y embajadas. También señaló que presentó al Parlamento una 
reforma constitucional destinada a hacer efectivo el voto chileno en el 
exterior, pero que la Concertación había rechazado el proyecto. Es 
decir, la culpa de todo este embrollo era de la Oposición. Lo que no 
dice deliberadamente el Presidente es que el vínculo consignado en esa 
propuesta de reforma constitucional que fue rechazada, no consistía en 
el registro en consulados y embajadas, sino que establecía condiciones 
inaceptables que fueron impugnadas por la Oposición debido que 
vulneraban la igualdad ante la Ley. Una de las condiciones de  vínculo 
era haber estado en Chile al menos cinco meses en los últimos 8 años, lo
 cual discriminaba socioeconómicamente.
Conforme a una interpretación de la Ley N°18.556 del SERVEL 
(modificada por la Ley de Inscripción Automática, del 2012), es posible 
sostener que el SERVEL cuenta hoy con facultades suficientes para hacer 
realidad el voto desde el extranjero. Esto es efectivo, a menos que su 
director (el ex-Comandante en Jefe del Ejército, Juan Emilio Cheyre) 
realice una finta similar a la mostrada por el Presidente, derivando el 
asunto al legislador, cosa que ya hizo en el presente año. Por otro 
lado, el presidente Piñera prometió a fines de mayo de 2013 —en el 
programa Tolerancia Cero— otorgar urgencia al proyecto de ley, 
especificando que el mentado vínculo sólo consistiría en el registro en 
consulados y en embajadas. Pero, realizando una pirueta digna de Tomás 
González, anuncia que el carácter del proyecto será de reforma 
constitucional, con los quórums requeridos que ya todos conocemos.
En la famosa página Facebook “Haz tu Voto Volar” es posible encontrar
 fotografías donde sonríen alegres —con el “avioncito” en la mano— los 
embajadores de Chile en Washington, Berlin y en la ONU (tomada en 
Ginebra). Sin embargo, las posibilidades de voto en el exterior para las
 elecciones presidenciales de 2014 parecen diluirse entre los débiles 
despliegues retóricos del Presidente, que no alcanzan a ocultar —aunque 
crea que le resulta— su férrea oposición a que los chilenos puedan votar
 en el extranjero.
Lo que no dimensiona el presidente Piñera es que para muchos 
compatriotas que se encuentran en el exterior, un país es más que un 
territorio. Y que ponerse a la altura de su cargo implica admitir que su
 investidura representa también a las chilenas y chilenos que se 
encuentran en el extranjero. Sin embargo, es reconocida por muchos su 
propia miopía política. Es difícil que observe el fenómeno con claridad,
 aunque planeen a su alrededor miles de avioncitos tricolores, en los 
aterciopelados espacios de su amplio despacho presidencial.
La institucionalidad política chilena es anacrónica e injusta. Muchas
 veces nos contestaron que, aún siendo cierto, al menos daba 
gobernabilidad. Hoy esa razón se cae a pedazos, pues aunque siempre fue 
un argumento miserable, hoy ni siquiera es medianamente cierto. Una 
deuda pendiente de la institucionalidad política es el voto de los 
chilenos en el exterior. La deuda es de toda la élite política, pero 
fundamentalmente de un gobierno que se comprometió a hacerlo, que 
inventó un proyecto que sería rechazado por necesidad y que espera que 
nadie recuerde el tiempo que se vistió con estas ropas.
La lucha por el sufragio de los chilenos en el exterior es 
simplemente la disputa por el sufragio universal, como lo hicieron las 
mujeres, como lo hicieron los pobres y muchas otras minorías políticas. 
Esta discusión debiera haber terminado hace cien años, pero sigue 
vigente en Chile, donde sigue siendo habitual que tengamos que luchar 
por tener un país normal. Y lo que es normal en las democracias no puede
 esperar: el voto de chilenos en el exterior debe ser para la elección 
de noviembre de 2013, para que por primera vez en Chile tengamos 
plenamente el sufragio universal.
Publicado en Chile en "El Mostrador" http://www.elmostrador.cl/opinion/2013/07/05/voto-de-chilenos-en-el-exterior-los-avioncitos-de-papel-de-pinera/