Fotografía: Radio Chile - Canadá
Independiente
de que esté de acuerdo o no, imagine que alguien le dice lo
siguiente: que la desigualdad es parte de la “naturaleza humana”
y que esto ocurre porque “todos somos diferentes, es decir,
desiguales”. Esta
curiosa afirmación
fue esgrimida por el abogado Axel Kaiser, en una
columna en El Mercurio,
publicada en
marzo del presente año. Autodenominado
en twitter como “austrolibertario”,
sus textos despliegan argumentos que incluyen en su retórica
conceptos como “democracia del mercado”, “sociedad de hombres
libres” o, citando a Adam Smith, “sistema de libertad natural”.
Su columna presenta como título la pregunta “¿Es la Desigualdad
un Problema?” y su respuesta casi inmediata es que no lo es. Y
no lo es, debido a que todos
seríamos diferentes, lo que
para Kaiser es lo mismo que
decir que somos desiguales. Asimismo,
la igualdad sería
incompatible con la libertad.
Inclusive, buscar la igualdad, que
ha de desembocar en el debate sobre los
derechos sociales, limitaría
gravemente la libertad de las personas. La
igualdad, entonces,
en la sinapsis “libertaria” parece ser un sinónimo de
homogeneidad. Y como
somos diferentes, ergo desiguales,
la igualdad conlleva en sí misma la coacción.
Estas
volteretas semánticas, como las que muestra Kaiser, son
apasionantes. Su defensa del neoliberalismo extremo, con continuas
referencias a su autor de cabecera Friedrich
Hayek (más
otros conspicuos “libertarios” y “liberales”), ha tenido
excepcional tribuna en algunos medios de prensa. Por supuesto que
-para este
“austrolibertario”- un sistema promotor de los derechos sociales
nos
dirige
hacia
el
resurgimiento de los
“regímenes
totalitarios socialistas”.
Desentendido completamente de toda
referencia al problema del
poder, el destino de los seres humanos dependería
de la autogestión individual. Se
trata, entonces, de una visión despolitizada. En otras palabras, al
invisibilizar
las
relaciones de
dominación y explotación económico-política,
la desigualdad pasa a ser un asunto de meras diferencias
individuales.
En
clave libertaria, como todos somos diferentes, la desigualdad es
“natural”. Si
usted nació y forma parte de los grupos de poder o de esa
mayoría de la humanidad que vive en condiciones de subordinación,
la explicación está en la diversidad. Entonces,
cuando
Bachelet dice que la desigualdad es una
de sus principales
enemigas,
Kaiser reacciona como resorte arguyendo que, de ser así, también
para ella “la libertad y la diversidad humana son el enemigo”.
Sin
embargo, ¿por qué Kaiser confunde abiertamente desigualdad con
diversidad? ¿Por qué naturaliza lo que constituye a todas luces una
construcción social? Cuesta aseverar si esa confusión es retórica,
deliberada o involuntaria. Nadie elige al nacer quiénes serán sus
padres, qué cuerpo tener, qué nivel socioeconómico tendrá, ni el
momento histórico en que aparecerá en este mundo. Tampoco nadie
puede decidir en qué sociedad y cultura dará los primeros pasos por
la vida. Algunos dirán que esto se debe al azar; otros debido a una
decisión divina. Por el momento, dejemos de lado la causa de todo
aquello. La imposibilidad de elegir, de decidir u optar, es
inexorable en el punto de partida. Devenimos antes de nuestra
voluntad, de la percatación, de la explicación. Por lo tanto, la
responsabilidad sobre nuestra posición primigenia en el mundo no
recae sobre nuestros hombros, sino que en esos otros que nos reciben
y que no nos dejan perecer a las pocas horas de haber inhalado los
vapores de este mundo. Y digo “responsabilidad”, porque ésta no
tiene lugar debido a la impetuosa participación de un instinto
“natural” o de una fuerza incontenible de nuestro material
genético. La responsabilidad sobre nuestra supervivencia es una
construcción histórica y social; una noción fundada en que otros
pueden decidir hacerse cargo -o no- de los primeros capítulos de
nuestras vidas.
El
niño o la niña que nace en el seno de una familia acomodada de
Alemania, en el ostracismo violento de una aldea palestina o entre
las ruinas de una poblado afgano, marcan un punto fuerte de inflexión
o de diferencia. Devenimos en una diversidad de posibilidades
corporales, sociales, económicas, culturales e históricas, sin la
injerencia de la voluntad o de la posibilidad de elegir. En ese
sentido, siempre seremos diversos, ahora y después. Pero, los
primeros pasos transcurren siempre en torno al acuerdo de unos con
otros, con relación a cómo será la vida de los que ya están y de
los que vienen. Una comunidad puede establecer como legítimo que
unos pocos tengan una vida rebosante de comodidades y oportunidades,
a costa de que una gran mayoría muerda el polvo de la miseria o
experimente la continua degradación de la explotación y la
supervivencia. O una sociedad puede resolver que -en conjunto-
asegurarán que la vida y la dignidad de todos sus miembros esté
garantizada, haciéndose todos cargo del acceso de todos.
La
desigualdad considerada
“natural” y vista
como un sinónimo de diversidad, es
sólo un recurso
retórico destinado a
legitimar el modelo neoliberal de explotación. Es
decir, para infortunio del abogado, la
desigualdad no es un problema
semántico, sino que
político. Además, depende
de las nociones predominantes o hegemónicas de justicia presentes en
una comunidad humana; es decir, constituye una
construcción social. La
confusión de Kaiser entre desigualdad y diversidad, se exacerba aún
más con su noción de naturalización de la desigualdad. La
privatiza y la sitúa casi como una verdad de summa
teológica. Por suerte no culpa
a Dios, ni al
Demonio, sino que al carácter natural de una mayoría en desgracia y
de una minoría favorecida. Nada que hacer con las relaciones
económico-políticas. A menos que el “austrolibertario” recuerde
que la última vez que los trabajadores chilenos lograron situar en
el poder su intención de consolidar y universalizar los derechos
sociales, los militares -junto a la derecha económica-
a sangre y fuego los devolvieron al lugar “natural” que les
correspondía: a los libertarios calabozos
de la subordinación y explotación.
(*) Publicado
en Bufé Magazin de Cultura y en El Quinto Poder
Te envié un comentario pero no apareció publicado.
ResponderEliminarLo repito:
ResponderEliminarBuen aporte a la discusión.
En el mismo sentido, te copio la bajada de mi twitter, mi lema desde hace algunos meses: "La desigualdad es una condición humana natural; su dimensión económica, es una decisión de la sociedad".
Justamente en mi última columna del Mostrador, "Michelle, ¿cómo combatimos la desigualdad?", toco el tema: qué es la desigualdad, sus causas, cómo medirla y algunas formas de combatirla.
Hay que perseverar por ese camino. En algún momento seremos escuchados.
Saludos
Engloba temas políticamente incorrectos de abordar:
ResponderEliminarhttp://paloblanco-cajanegra.blogspot.com/2014/03/la-derecha-e-izquierda-de-arriba-jamas.html