Fotografía sitio web www.enaltavoz.cl“No importa el color del gato, lo importante es que cace ratones” -señaló con sorprendente pragmatismo Deng Xiao Ping, con relación a las reformas iniciadas hace décadas en la República Popular China. Aunque casi le costó la vida, la frase sigue reverberando hasta nuestros días, en la forma del ideal práctico que inspiró al líder reformista chino. Y aunque para muchos resulta ingeniosa y se haya escuchado en innumerables ocasiones, en los imbricados campos de la política, es decir, donde se ponen a prueba las relaciones de poder, la extrapolación de la ocurrente frase del líder chino no resulta tan atractiva. A más de 19 mil kilómetros de distancia, décadas más tarde, el pragmatismo neoliberal chileno ha dejado como lección elocuente, que sí importa el color del gato y que no es suficiente que sepa cazar ratones.A mediados de enero de 2014, cuando la presidenta electa Michelle Bachelet hizo pública su nómina de ministros(as) y subsecretarios(as), las objeciones provenientes de distintos frentes agolparon los medios de prensa. Muchos reparos adoptaron la forma de afectada indignación, responsabilizando los “errores” en las designaciones al evidente secretismo con que la presidenta electa había adoptado tan cruciales decisiones. Resaltar en comillas la palabra “errores” puede resultar aquí muy conveniente. El número de personas cuestionadas, luego de que se señalara que hubo una rigurosa revisión de antecedentes, pone en tela de juicio la idea de que falló la prolijidad del examen, la efectividad del filtro selectivo.Algunos de esos “errores” incluían a figuras como la economista DC Claudia Peirano, en Subsecretaría de Educación (por conflictos de interés y su rechazo en el 2011 a la gratuidad en la educación); al DC Hugo Lara, en Subsecretaría de Agricultura (por una querella en su contra por estafa y apropiación indebida); y al PRSD Miguel Moreno, en Subsecretaría de Bienes Nacionales (por condena en el 2011, como autor de ofensas al pudor). El listado de nombramientos objetados se extendió a la PPD Carolina Echeverría, en Subsecretaría de FFAA (a su padre, además, se le acusa de participación en crímenes contra los derechos humanos en la dictadura); y al PPD Ignacio Moreno, en Subsecretaría de Minería (por prácticas antisindicales en una huelga por mejoras en las condiciones salariales, de seguridad y salud, cuando fue gerente general de la empresa minera Cerro Dominador). Del mismo modo, los cuestionamientos alcanzaron al PS Mitchel Cartes -designado para la Intendencia de Tarapacá- por sumarios administrativos relacionados con negligencias en proyectos viales, cuando ocupó cargos de responsabilidad en la Dirección de Vialidad de la misma región.En algunos de estos casos, la molestia ante estas designaciones resultan comprensibles. Sin embargo, en Chile, cuando alguien pone el grito en el cielo, es bueno observar las expresiones de indignación con cierta distancia. Más aún si surgen en el mismo campo de la política. Es que rasgar vestiduras, en un país donde todos(as) tenemos “tejado de vidrio”, despierta -no pocas veces- suspicacias con respecto de lo genuino de la indignación de quienes denuncian o se horrorizan con estos entuertos. Y aunque el presidente del PS, Osvaldo Andrade, encuentre una exageración el revuelo que ha suscitado esta situación (para el líder socialista, cuatro o cinco cuestionados de setenta nombramientos parecen constituir una situación marginal), los casos de conflictos de interés, como el atribuido a Claudia Peirano, traen al recuerdo la pragmática tesis china. La defensa inicial que la propia presidenta electa erigió en torno a Peirano (conociendo de antemano sus antecedentes) y la defensa corporativa de ella por parte del denominado “club de expertos de la educación” (léase José Joaquín Brunner, Mariana Aylwin y Patricia Matte, entre otros), ponen en relieve la importancia de saber de qué color serán los gatos que cuidarán la carnicería.Es probable que el filtro selectivo tenga una función secundaria ¿Por qué no le importaron a la presidenta electa los antecedentes en el ámbito educacional de Claudia Peirano, antecedentes que conoció con anticipación? ¿Por qué no fueron relevantes para Michelle Bachelet los negocios de Peirano y los de su ex-marido, forjados al alero del sistema de subvenciones escolares? ¿Por qué no fue impedimento para su nombramiento como subsecretaria de educación, que tres años atrás la economista PPD haya adherido a una carta que se oponía a la gratuidad universal en el sistema educacional? Las objeciones ante su nombramiento señaladas por las organizaciones estudiantiles tuvieron como resultado -entre otros efectos- la molestia neoliberal de José Joaquín Brunner, quien tildó hasta de narcisista la oposición de la dirigencia estudiantil al nombramiento de la economista. La presidenta electa, con reparos, aceptó la renuncia de Peirano, pero no porque su designación contraviniera un proyecto político (recuerden que poco antes de las elecciones presidenciales nadie conocía su programa de gobierno); no porque haya elaborado un proyecto político transformador y Peirano nadase contra la corriente; sino porque su confirmación en el cargo hubiese suscitado conflictos políticos no deseados con los movimientos sociales. Es decir, criterios de corto alcance.Pregúntenle a cualquier líder de la coalición que gobernará Chile en el próximo período, cuál es -para los próximos cincuenta años- el proyecto político transformador y alternativo a ese modelo neoliberal que ha precarizado el país en las últimas tres décadas. Y, además, pregunte cuáles serán las estrategias para que, por las vías institucionales, ese proyecto se consolide en el tiempo. Lo más probable es que no encuentre respuesta alguna o, con suerte, sea testigo de una espléndida y felina finta o de un culposo ronroneo. Cuando la política opera con principios neoliberales, la consecución y mantención del poder, junto a la rentabilidad política y económica de su ejercicio, relegarán a los rincones de la república la necesidad de un proyecto político transformador. Se trata del pragmatismo en su máximo esplendor: el poder por el poder y el erotismo felino de su rentabilidad. Y para eso, el color de los gatos importa realmente un bledo.(*) Publicado en la revista Bufé Magazín de Cultura y en El Quinto Poder
Epígrafe Fronterizo
"El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio de los garbanzos, del pan, de la harina, del vestido, de los zapatos y de los remedios dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y se ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el niño abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales"
Bertold Brecht
Bertold Brecht
martes, 25 de febrero de 2014
La Reina y la Elección de su Corte: Lecciones de Zoología Política
viernes, 24 de enero de 2014
El Juego de los Lobos
Fue durante mi niñez, en una primavera florecida en Temuco, que me
levanté mirando ese fuerte sol matinal desde mi ventana que enfrentaba
al derrotado cerro Ñielol. A través los humedecidos vidrios, pude
distinguirlos a trote firme y en filas perfectas, girando desde la calle
Prat, hasta alcanzar el pastelón central de la antigua Avenida
Balmaceda. Vistiendo camisetas blancas de manga corta, pantalones y
botas militares, los conscriptos coreaban versos de amenaza apilados en
rabiosos y marciales himnos. Cuando se es niño estas escenas son, a la
vez, sorprendentes e intimidantes. Los cánticos patrioteros prometían
asesinar a docenas de argentinos, peruanos y bolivianos, encumbrando
aquel odio como el belicoso aullido de la jauría. Sobre los adoquines de
la antigua avenida, el canto militar se volvía juramento de guerra, un
compromiso de morir por la patria, una búsqueda del esquivo honor, sólo
merecido con la propia muerte en el campo de batalla u obtenido con la
vida interrumpida para siempre del enemigo doblegado.
Era la
década de los ochenta y la jauría aparecía una vez por semana, con la
misma monserga chauvinista. Sin embargo, durante nuestra niñez nunca
pudimos encontrar una explicación satisfactoria que relacionase el honor
y el patriotismo con el asesinato de personas de países vecinos.
Desafortunadamente, en este caso, la historia es cíclica. Pocos años
atrás casi nos habíamos embarcado en una guerra fratricida con
Argentina. Y hasta el día de hoy las castrenses melodías aún exudan
xenofobia, racismo y nacionalismo. En febrero de 2013, el gobierno
boliviano presentó un reclamo formal
al gobierno de Chile por el contenido xenofóbico de los cánticos que
entonaba un grupo de soldados, mientras trotaban en Viña del Mar.
“Argentinos mataré, bolivianos fusilaré, peruanos degollaré” -destilaban
los brutales versos parafraseados por más de cincuenta cadetes de la
Academia Naval.
Lo que no saben estos querubines es que nunca
en una guerra se muere por la patria, sino que por las siderales
ganancias de los que profitan de una contienda bélica. Son los grandes
intereses económicos, casi siempre privados, los que arrojan a
multitudes de plebeyos a aniquilarse mutuamente. En el caso del
diferendo marítimo que tuvo en ascuas a Perú y Chile en la Corte
Internacional de la Haya, los grupos económicos miraban complacidos sus
calculadoras. Quizás era el grupo Angelini el que, temiendo un fallo
adverso, preveía una merma en sus negocios pesqueros. Horas antes del
fallo, mientras tropas chilenas y peruanas se acuartelaban en la
frontera, los chicos Forbes, es decir, los Matte, los Solari, Cúneo o
Paulmann, entre otros, ya contemplaban para el 2014 -cualquiera sea el
resultado- un aumento de la inversión en Perú de alrededor de mil
millones de dólares, con relación al año 2013.
Es interesante constatar, una y otra vez a través de la historia, que
todo conflicto bélico es más que todo un excelente negocio. Y que la
guerra sólo es factible cuando estos intereses económicos se ven
seriamente afectados o cuando un enfrentamiento militar provee de
suculentos retornos para hacer crecer o crear nuevos mercados.
En
las lides de la jauría, los “machos alfa” saben a la perfección qué
hacer con la manada. En el siglo XVII, el científico y filósofo francés
Blaise Pascal ya entreveía el engaño chauvinista a la base de toda
contienda armada: “¿Puede haber algo más ridículo que la pretensión de
que un hombre tenga derecho a matarme porque habita al otro lado del
agua y su príncipe tiene una querella con el mío aunque yo no la tenga
con él?” -escribió Pascal, en “Pensamientos”,
recopilación póstuma aparecida en 1670. Y, efectivamente, en el 2014,
mientras los chicos de ropa militar continúan canturreando su xenofobia
servil y santifican permanentemente sus afilados corvos y sus
relucientes fusiles, la fraternidad latinoamericana sigue supeditaba a
los balances trimestrales del capital financiero y de la industria
armamentista.
De lo menos que se avergüenzan estos jóvenes
es de su pueril ignorancia. No saben para quiénes trabajan, aunque eso
sea responsabilidad de todos(as) nosotros(as). En octubre de 2012, el
premio nacional de historia Gabriel Salazar señaló
que los militares debían salir de la burbuja de sus cerradas
instituciones formativas y encontrarse con nosotros(as), la sociedad
civil, en universidades y colegios. Es que en la diversidad de la vida
civil -y no sólo en la vida uniformada- podrán comprender los lazos
fraternos que nos unen con los demás pueblos latinoamericanos. Sólo
entonces, el corvo y el fusil dejarán de exhibir el filo de la xenofobia
y un calibre nacionalista. Así, por fin, en medio del juego de los
lobos, todos estos jóvenes descubrirán algún día quiénes son los que furiosamente
los llaman a la guerra.
(*) Publicado en la revista Bufé Magazin de Cultura y en El Quinto Poder.
jueves, 23 de enero de 2014
Patricio Navia, el Lucro y el Sexo ¿Se pueden mezclar peras con manzanas?
Fotografía de revista The Clinic
“El
Lucro y el Sexo”. Así tituló su columna el cientista político
chileno Patricio Navia, publicada el 22 de enero de 2014, en el
diario electrónico El Mostrador. En ella, el autor expuso sus
cuestionamientos a dos sectores políticos que él denomina,
recurriendo al recurso de la caricatura, como “derecha antisexo”
e “izquierda antilucro”. Aborda
críticamente
ambas posiciones, a
las cuales atribuye
la creencia de que la intervención del Estado es necesaria para
prohibir, regular y/o restringir el ejercicio de la sexualidad y del
lucro, que ambos sectores, respectivamente, demonizan. Asimismo, pone
en tela de juicio las objeciones que esta “derecha antisexo” ha
dirigido contra aquellas políticas públicas destinadas a promover
la “(…) educación
sexual en las escuelas, distribución gratuita de condones o acceso a
la píldora del día después”.
Por otra parte, su reproche se extiende a “los
izquierdistas
[que] dirán
que el lucro se debe prohibir en la educación o, incluso, en
cualquier actividad que implique recursos públicos”.
El
autor se incomoda con la idea de una eventual acción supresora del
Estado contra lo que él denomina “el
orden natural de la vida”,
orden al cual pertenecerían la sexualidad humana y el interés por
el lucro. Es que la prohibición o la restricción excesiva, por
parte del Estado, de ambas prácticas (que define como inevitables),
pondrían en riesgo la libertad y la felicidad de los individuos y de
la sociedad. No se trata aquí de cuestionar las creencias personales
del autor, en el entendido de que él, como cualquier otra persona,
tiene el derecho a pensar lo que quiera y cómo quiera. Sin embargo,
al referirse a los límites de las atribuciones del Estado y del
régimen de lo público, se introduce en ámbitos de la vida social y
política que conciernen a todas y a todos. Es decir, su pluma se
desliza a otro nivel de discusión, trasladando sus ideas personales
a las esferas del debate público, más allá de sus concepciones
morales y políticas particulares.
Los
argumentos expuestos son interesantes, específicamente por la forma
en que fueron construidos. Es que su línea argumentativa presenta
–entre otros aspectos- dos puntos críticos que resultan
convenientes de aclarar. En
primer lugar, es muy probable que Navia esté mezclando
peras con manzanas. Esta
expresión popular alude a la acción reflexiva de poner en el mismo
nivel de discusión, dos categorías que se analizarían mejor
ubicándolas en dos niveles diferentes. Específicamente,
el autor ubica, tanto a la sexualidad, como al interés por el lucro,
en el mismo nivel de análisis, obviando que cada una de ellas es
objeto de injerencias diferentes por parte del Estado.
Sugiere
que tanto la “derecha antisexo” y la “izquierda antilucro”
promueven la coerción estatal y la restricción de libertades y
derechos fundamentales. Desde su perspectiva liberal, el autor olvida
que ambas prácticas han sido instaladas de manera diferente en el
debate público y que
han
presentado relaciones disímiles, e incluso inversas, con la
institucionalidad pública. En el caso de la sexualidad, la
legitimidad de la diversidad de las orientaciones sexuales (que no
tienen nada que ver con patologías sexuales y/o de personalidad,
como la zoofilia o la pedofilia) aluden a libertades sociopolíticas,
derechos reproductivos y derechos ciudadanos que aún siguen siendo
vulnerados en Chile. Y aquí el Estado ha operado activamente con
criterios de hegemonía coercitiva, principalmente conservadora. Tal
como dice Navia, el pensamiento conservador ha instado para que el
Estado sancione –y no garantice- el ejercicio de estas libertades y
derechos.
En
el caso de la educación, el modelo rentista opera, por repliegue del
Estado y de su institucionalidad, en desmedro de una mayor igualdad
de oportunidades educativas y de movilidad social, generando
sociedades segregadas socioeducativa y socioeconómicamente. En este
caso, el repliegue del Estado y del régimen de lo público se ha
visto acompañado de la promoción del lucro y del protagonismo de
los mercados. Y esto ha tenido como consecuencia, al contrario de la
coerción estatal activa frente a los derechos sexuales y
reproductivos, un deterioro significativo de los derechos sociales,
especialmente del derecho a la educación. En el caso de la
sexualidad, la acción activa
del Estado -con hegemonía de criterios conservadores-
ha restringido las libertades y derechos sexuales y reproductivos. En
el caso del lucro en la educación, la acción pasiva
del Estado -su repliegue y la preeminencia del mercado- ha tenido
como resultado la vulneración de los
derechos sociales, en especial los derechos educativos.
Un
segundo punto crítico es
la alusión de
Navia
al “orden
natural de la vida”.
Esto
trae consigo problemas en torno a las discusiones relativas al origen
del orden social. Aquí omite que la sexualidad y el interés por el
lucro tienen anclajes diferentes en sus dimensiones biológica y
social y que, además, ambas prácticas constituyen también
construcciones sociales. No son inmutables y dependen de sus
contextos históricos, políticos, económicos, sociales y
culturales. Al referir al “orden natural de la vida”, el autor
corre -en ese terreno argumentativo- el riesgo de naturalizar las
prácticas sexuales y el interés por el lucro, con consecuencias
relevantes para su noción de libertad vinculada con ellas. Todo
imperativo categórico que “naturaliza” aspectos de la vida
humana, confiere a esos aspectos el carácter de inmutabilidad y de
independencia, con
relación a
los contextos en que se desarrollaron. E,
incluso, de las relaciones de poder en que están insertos. En tal
sentido,
mediante
este
principio de
naturalización, asigna al interés por el lucro –homologándolo
con la práctica sexual- un carácter esencial “para
la preservación de la especie
[humana]”
La
defensa o el rechazo al lucro en la educación corresponde a un
debate muy diferente al de la discusión sobre el lucro en sí mismo.
Y es probable que la línea argumentativa de Navia enfatice más la
libertad de lucrar, que su aplicación misma en el terreno educativo.
Quizás en este punto esté confundiendo peras con manzanas. Las
libertades no son situaciones que se cogen a la vuelta de la esquina.
Las preguntas sobre las libertades deben acompañarse de su
contextualización sobre los derechos que son afectados, positiva o
negativamente. No se trata, entonces, sólo de una discusión de un
problema de la institucionalidad pública o del Estado, en sus
operaciones restrictivas o emancipadoras. Es más que un problema
técnico-político. Es un problema político con todas sus letras,
debido a que tanto la sexualidad de las personas, como el interés
por el lucro en la educación, son procesos que exceden el ámbito
privado de las libertades individuales, para ubicarse en un contexto
de relaciones asimétricas de poder y de impacto en derechos de
distinta índole.
A
veces hay que pelar la manzana y la pera para percibir que son frutas
diferentes. Si
la coerción estatal “conservadora” restringe las libertades y
derechos sexuales/reproductivos, es posible
que en el caso de una coerción
estatal “izquierdista”
frente
al lucro en la educación, el derecho a la educación se fortalezca y
deje de tener la función segregacionista y vulneradora de derechos
sociales observable en el Chile neoliberal de hoy. O
sea, a la inversa de lo que dice Navia. Quizás,
a la inversa de la naturalización y de la descontextualización.
viernes, 27 de diciembre de 2013
“¿Dónde danza la Realidad?” Activismo, Reciclaje y Persistencia en la Obra de Pablo Ocqueteau
Nos
reunimos aquella tarde de marzo para hablar de la campaña por el
voto chileno en el exterior. Se trataba de transformar una demanda
irrelevante en el debate político chileno, en una voz legítima, en
un clamor visible acerca de una realidad injusta. Pablo se acercó a
la impresora situada sobre mi escritorio, un precario mueble
ensamblado con planchas negras de madera prensada, que hace las veces
de mesa de trabajo. En mi casa, casi todo el mobiliario es de
segunda mano, desechado y arrojado a la calle por alguna familia o
comprado en los interminables galpones suecos de IKEA instalados en
Berlin. Todo circula en la capital alemana; desde una chaqueta
descosida o una silla con el forro gastado, hasta un televisor
desvencijado y reemplazado por un plasma de alta resolución. Muchos
chilenos radicados en Berlin hemos amoblados nuestros espacios,
alimentados por el flujo de una variedad infinita de artefactos,
todos ellos al borde de su inutilización final.
Esas
trayectorias, ese ciclo vital de los objetos en continuo
desplazamiento, se ha transformado en un referente cultural de la
metrópoli berlinesa. Quizás, la propia historia de la ciudad
transformó con violencia el valor estético de su materialidad.
Berlin tuvo que rehacerse después de la última gran guerra,
rescatando cada muralla, pedazo de tabla o cualquier utensilio
sobreviviente de los escombros y de la muerte. Y tengo la sensación
de que la perspectiva estética de Pablo se apropió, intuitivamente,
de ciertos procesos de esta atmósfera en continua regeneración
vital.
Su
nombre es Pablo Ocqueteau Cohen. Y he sido testigo de cómo la
neurología de este artista visual, fotógrafo, videísta, activista
político, cocinero y alquimista de los cuartos oscuros (el listado
de sus oficios es interminable), ha incrementado su actividad
bioeléctrica debido a la persistencia de sus propios sueños. Parido
en la patagonia chilena, golpeado por la brisa marina de Valparaíso,
regenerado en Buenos Aires, Barcelona y, finalmente, en Berlin, ha
hecho del reciclaje y de la fusión de conceptos, la actividad
predilecta de su sinapsis espiritual. Su trabajo fotográfico plasma
las imágenes de personajes anónimos de la ciudad, en afiches
obsoletos y materiales reciclados para visibilizar la naturaleza
urbana y los intersticios de su humanidad ¿Cómo opera esta
transmutación? Mediante la alquimia de la emulsión argéntica. Sus
exposiciones fotográficas “Like a Rolling Stone” o “Ich bin
ein Berliner” revelan cómo la mirada de Ocqueteau sensibiliza
superficies, descubriendo al testigo material rescatado del tejido
social. Metales oxidados, papelería deslucida y todo objeto
destinatario del desprecio por su caducidad, son ungidos por su labor
que ha puesto de manifiesto la voz acallada de los materiales.
En
diciembre de 2013, Alejandro Jodorowsky lanzó en Berlin su último
filme “La Danza de la Realidad”. ¿Dónde danza la realidad?
- fue la interrogante que arrojó Pablo en medio de la concurrencia
que rodeaba al anciano ícono. “Persiste” - le devolvió
Jodorowsky, imperativo cuyo sentido sólo Pablo comprendió. ¿Es
acaso posible hablar de una geografía de la realidad, donde la
persistencia, en una perpetua danza de la voluntad, devuelva la
confianza en los propios procesos creativos? Probablemente, sí.
Quizás, como un acto político. En aquel encuentro con Jodorowsky,
la persistencia, la voluntad que hace resistente los sueños a pesar
de la realidad adversa, fue la respuesta críptica del psicomago. A
veces creo que se refería a-sí-mismo. Después de toda una vida, la
danza se vuelve magistral y los movimientos más sutiles, precisos y
etéreos. Se trata de danzar hasta que la música, la vida, se
detenga. Pero ¿cómo se puede persistir? La ubicación geográfica
en el mundo de los sueños no es fija; transcurre como armónicos
desplazamientos que disuelven la sensación de caducidad de todas la
cosas. ¿Dónde danza la realidad? No en su estática; sino en la
persistencia del movimiento, en los desplazamientos de la voluntad,
en la táctica cotidiana de resistir frente a las fuerzas de la
entropía, de la disolución y del olvido. Por eso es que la continua
obra de Ocqueteau (y creo que él lo sabe) se ha vuelto un acto
político. Su fotografía procura resucitar, en la circulación de
artefactos, la cosmografías urbanas y las funcionalidades que
transmutan en otras funcionalidades.
Sin
embargo, quiero terminar de contar la anécdota. Quiero hablar de
esas funcionalidades que transmutan en otras funcionalidades.
Mientras Pablo gesticulaba con las manos, explicando atropelladamente
su idea gráfica de la campaña por el ejercicio del voto exterior,
sacó -de la papelería A4 ubicada al costado de mi impresora- una
hoja en blanco. Rápidamente, garabateó una bandera chilena en toda
la superficie de la hoja. Con pulcritud fue realizando dobleces y
afirmando los pliegues, hasta dar a luz un avioncito
de papel, similar a aquellos que surcaban los cielos durante nuestra
lúdica niñez. “De esto se trata” - me señaló. Y, acto
seguido, lanzó la nave por la habitación, la que planeando con
suavidad, aterrizó junto al sofá en que estaba sentado. “Haz
tu voto volar” - fue la
imperativa frase con la que
concluyó su explicación.
Meses
más tarde, la bandera chilena plegada como avión de papel y la
frase “Haz tu Voto Volar”, constituyeron la expresión visual de
un gran movimiento de chilenas
y chilenos,
en demanda del ejercicio del voto exterior sin condiciones. La frase
y el avión, cuyo vuelo representa el voto surcando miles de
kilómetros hasta ser depositado en una imaginaria urna en Chile, se
transformó en el ícono gráfico de tres
manifestaciones mundiales en
el 2013. No pasaron
desapercibidos estos hechos
en los medios de prensa, pero
sí la raíz artística del acto político. Aquella tarde de marzo,
Pablo Ocqueteau pudo reciclar una bandera deslucida
de tanto ostracismo político, ligando sus ajadas fibras con la
potencia lúdica de la niñez. Así son las vueltas de la vida. Esta
vez la alquimia del artista lanzó por los cielos el poder creador
del activista. Por esta
vez el objetivo político transmutó en una deliciosa danza, al ritmo
de las utopías. Qué bueno
que la realidad sea
posible, mientras dure
la danza ¿Escuchaste, Pablo? Te hicieron psicomagia:
“Persiste, Pablo, persiste”.
(*)
La obra de Pablo Ocqueteau Cohen puede ser visitada, en el siguiente
link: http://www.ocq.cl
(**) Publicado en la revista Bufé Magazin de Cultura y en El Quinto Poder.
domingo, 8 de diciembre de 2013
Votaciones simbólicas electrónicas en el exterior: Alegoría ciudadana a modo de operación Deyse
Redactado en coautoría con Rodrigo Olavarría (Paris)
“Un país es más que un territorio” se titula el emotivo video que la campaña “Haz tu Voto Volar”
publicó en su canal Youtube “Chilenos sin Voto”. El mensaje y
las imágenes que se suceden unas a otras, representan el anhelo de
cientos de miles de chilenas y chilenos que residen en el exterior,
por ejercer su derecho a voto fuera del territorio nacional. En un
país donde muchos de los derechos constituyen una realidad distante
de la vida cotidiana de las personas, la ciudadanía -una vez fuera
del país- también se transforma en una alegoría, en una condición
cívica truncada, en letra muerta escrita en los recovecos de la
institucionalidad política chilena.
En
estas dos últimas décadas, se han organizado en el exterior un
sinnúmero de votaciones simbólicas. Y, al igual que el balotage
que
se
realizará en Chile, fuera del país se realizarán -entre el 09 y el
15 de diciembre de 2013- unas votaciones de carácter simbólico, a
través del portal de internet www.votociudadano.cl.
Realizadas de manera electrónica en torno a las elecciones
presidenciales y parlamentarias del 17 de noviembre, en esta segunda
vuelta presidencial, la plataforma electrónica estará abierta para
que las chilenas y chilenos emitan su voto simbólico, como acto
alegórico que pone en relieve a una ciudadanía que no puede
continuar siendo una entelequia política.
¿Es
relevante participar en estas votaciones electrónicas? Nosotros
creemos que sí. Las votaciones simbólicas (electrónicas)
realizadas en torno a la primera vuelta presidencial concluyeron con
una participación de más de doce mil compatriotas residentes en el
exterior. Algunos denostaron la actividad debido a la cantidad de
participantes, con relación al hipotético número de quinientos mil
connacionales en condiciones jurídicas de votar. Para otros el voto
electrónico fue una novedad y una forma de demandar el ejercicio del
sufragio extraterritorial. En esta segunda vuelta presidencial, el
acto de votar en esta plataforma electrónica constituye, no sólo el
ejercicio simbólico de la voluntad ciudadana, sino que también una
suerte de ensayo futurista de cómo sería el acto de sufragar desde
el exterior, en una eventual elección real.
Cuando
se anunció la realización de esta Votación Simbólica
(electrónica), un mes antes de la primera vuelta presidencial,
surgieron en las redes sociales algunos llamados a no participar. Las
aprehensiones redundaron en torno al cuestionamiento de la privacidad
del voto electrónico, al uso malicioso de la información del
participante, a un carácter de “encuesta” de la actividad,
además de una eventual oposición al voto exterior, por parte de los
sectores políticos que resultasen menos favorecidos en esta votación
electrónica. Estas aprehensiones son legítimas. Más de dos décadas
de democracia formal y de promesas no cumplidas al respecto, hacen de
la desconfianza una comprensible reacción.
Sin
embargo, INRIA-Chile, autores de la plataforma informática, ha explicado técnicamente cómo -vía proceso de encriptamiento de datos- se asegura la privacidad de la información del o de la participante.
Del mismo modo, si se analiza el diseño metodológico del proceso de
votación, no es difícil afirmar que su configuración adolece de
falencias técnicas que impiden que esta votación electrónica pueda
constituirse en una “encuesta” propiamente tal. Esto significa
que no se puede asegurar la validez “técnica” de los resultados,
respecto de las tendencias electorales de las chilenas y chilenos en
el exterior.
En
concreto: La participación depende de factores no controlables por
los organizadores, tales como la voluntad de participar, el
conocimiento de la existencia de la actividad y el manejo
informático, entre otros aspectos relevantes. Por otra parte, el
universo poblacional y sus características son desconocidos. No
existe información fidedigna y actualizada, con relación a la
totalidad de las chilenas y chilenos en el exterior. En esas
condiciones no se puede estimar la estructura, ni el tamaño de una
muestra (participantes); menos establecer técnicas de selección de
ésta, ni asegurar su representatividad y su potencial generalizador.
Si a partir de los resultados, alguien sugiriera hacer cálculos
político-electorales para decidir si apoya o no el ejercicio del
derecho voto en el exterior, a dicha actitud no se le podría
atribuir el carácter de seriedad.
El
valor de esta votación electrónica radica en su simbolismo y en sus
implicancias prácticas para el futuro. El trabajo realizado por Voto
Ciudadano ha permitido que actores de la sociedad civil en Chile y en
el exterior participen de forma coordinada y transversal, a pesar de
que sus actores participantes, es decir, las ONGs, fundaciones y
redes ciudadanas empoderadas no tienen la facultad jurídica de
realizar una “votación de verdad”. En tal sentido, la
experiencia de la primera vuelta electoral ha puesto en evidencia que
la sociedad civil es capaz de organizar una votación a nivel
internacional. Entonces ¿por qué, en más de dos décadas, el
Estado de Chile no ha implementado el voto exterior? No es menor que
el 27 de noviembre de 2013, la campaña “Haz tu Voto Volar” haya denunciado al Estado de Chile ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), por violación a la libertad de expresión y
al derecho a sufragio de los chilenos en el exterior.
Esta denuncia ha dejado al desnudo ante la comunidad internacional
las profundas grietas de la democracia chilena.
Para el Estado no será fácil asegurar la participación efectiva desde el exterior, en unas eventuales elecciones reales. Las experiencias de voto simbólico en el exterior muestran que existe el riesgo de una baja participación, vinculado con la falta de preparación de las diásporas para enfrentar el voto real y formular un voto válido. Desde esta perspectiva, esta votación simbólica tiene el carácter de “operación Deyse”, de un “Plan Cooper“cívico realizado a escala internacional, para preparar a la ciudadanía chilena globalizada ante un eventual ejercicio futuro del derecho a sufragio desde el exterior. Como es de conocimiento público, la gran enseñanza que deja ese plan de seguridad, que cientos de miles de estudiantes han practicado en las escuelas de Chile, es saber reaccionar ante cualquier suceso de carácter catastrófico, ya sea natural o debido a causas humanas.
No cabe duda que ese trabajo de prevención está destinado a evitar el mayor número de víctimas posibles, en una situación de desastre. Y, al igual que con los terremotos, más temprano que tarde, las elecciones vendrán a remecer a los “pequeños Chile” que constituyen las miles de chilenas y chilenos que residen en el exterior. Las elecciones simbólicas electrónicas, se transforman así en una acción de prevención para limitar los estragos de la ausencia del ejercicio del voto extraterritorial y preparar a los futuros electores para un buen manejo de una plataforma virtual, permitiendo el ejercicio efectivo de su derecho a sufragar. Se transforma, entonces, en un entrenamiento frente a los eventuales tsunamis de abstencionismo no deliberado, reforzando los cimientos de la identidad chilena y afrontando la fractura ciudadana que produce la vulneración crónica del principio de Igualdad ante la Ley. Es educación cívica. También es protesta contra la discriminación de la cual se consideran víctimas las cientos de miles de chilenas y chilenos que residen fuera del país.
Es por todo esto que los chilenos en situación de migración, residentes temporales o establecidos en el exterior, no tan sólo deberían participar en las votaciones simbólicas organizadas por Voto Ciudadano, sino que además, de forma empoderada, instalar urnas electrónicas y físicas en sus respectivos territorios. En Paris se instalarán dos lugares de votación el próximo 15 noviembre, ambas con urnas electrónicas (la computadora conectada al sitio www.votociudadano.cl) y con urnas físicas. Será la Maison du Chili y el Théâtre Aleph, ambos soles culturales de la comunidad chilena en Francia, los que oficiarán de locales de sufragio.
Para el Estado no será fácil asegurar la participación efectiva desde el exterior, en unas eventuales elecciones reales. Las experiencias de voto simbólico en el exterior muestran que existe el riesgo de una baja participación, vinculado con la falta de preparación de las diásporas para enfrentar el voto real y formular un voto válido. Desde esta perspectiva, esta votación simbólica tiene el carácter de “operación Deyse”, de un “Plan Cooper“cívico realizado a escala internacional, para preparar a la ciudadanía chilena globalizada ante un eventual ejercicio futuro del derecho a sufragio desde el exterior. Como es de conocimiento público, la gran enseñanza que deja ese plan de seguridad, que cientos de miles de estudiantes han practicado en las escuelas de Chile, es saber reaccionar ante cualquier suceso de carácter catastrófico, ya sea natural o debido a causas humanas.
No cabe duda que ese trabajo de prevención está destinado a evitar el mayor número de víctimas posibles, en una situación de desastre. Y, al igual que con los terremotos, más temprano que tarde, las elecciones vendrán a remecer a los “pequeños Chile” que constituyen las miles de chilenas y chilenos que residen en el exterior. Las elecciones simbólicas electrónicas, se transforman así en una acción de prevención para limitar los estragos de la ausencia del ejercicio del voto extraterritorial y preparar a los futuros electores para un buen manejo de una plataforma virtual, permitiendo el ejercicio efectivo de su derecho a sufragar. Se transforma, entonces, en un entrenamiento frente a los eventuales tsunamis de abstencionismo no deliberado, reforzando los cimientos de la identidad chilena y afrontando la fractura ciudadana que produce la vulneración crónica del principio de Igualdad ante la Ley. Es educación cívica. También es protesta contra la discriminación de la cual se consideran víctimas las cientos de miles de chilenas y chilenos que residen fuera del país.
Es por todo esto que los chilenos en situación de migración, residentes temporales o establecidos en el exterior, no tan sólo deberían participar en las votaciones simbólicas organizadas por Voto Ciudadano, sino que además, de forma empoderada, instalar urnas electrónicas y físicas en sus respectivos territorios. En Paris se instalarán dos lugares de votación el próximo 15 noviembre, ambas con urnas electrónicas (la computadora conectada al sitio www.votociudadano.cl) y con urnas físicas. Será la Maison du Chili y el Théâtre Aleph, ambos soles culturales de la comunidad chilena en Francia, los que oficiarán de locales de sufragio.
El
dilatar el voto en el exterior solo logrará que la democracia
chilena siga siendo mostrada como un sistema inconsistente, entre lo
que es y lo que le gusta que la comunidad internacional diga que es.
Todas y todos esperamos que estas votaciones simbólicas sean las
últimas que se celebren en el exterior. Y aunque padecemos de una
ciudadanía obstruida, también le hemos señalado al mundo que somos
una ciudadanía resistente. Cada día que transcurre es necesario que
cada compatriota en el exterior utilice todas las herramientas
posibles para que un día en Chile se configure el sufragio
universal. Y las votaciones electrónicas son una de ellas. Así como
esa bandera chilena, que plegada como un avioncito de papel ha
llegado a golpear las puertas de la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos, sea usted también la persona que le enrostre -con
su voto simbólico- a la institucionalidad política chilena, su
legítimo derecho a participar de los destinos de nuestro país.
(*) Publicado en El Quinto Poder.
jueves, 21 de noviembre de 2013
La Ilusión de un Chile para Todos
La
frase “Chile no te pertenece” es una perogrullada. De tanto
emitirla, ha perdido el peso emotivo de su sentido original, aquel
que aludió al hecho de que el país acabó convirtiéndose, en los
últimos cuarenta años, en el paraíso y en el feudo de unos pocos
multimillonarios. La frase se sigue reiterando como estribillo de
campaña política, pero su leit
motiv
aparentemente parece haber perdido su sustancia. Su contenido hace
tiempo dejó de connotar -para muchos- una vida social que apenas nos
pertenece. Algo así como narcolepsia política. Su impacto es
similar al de un chiste mil veces escuchado, pero que, tras la
repetición, su efecto hilarante deviene en otra cosa: en el
desinterés o en la pérdida de su valor emotivo inicial.
No
es que la frase carezca de fundamento. Sí que lo tiene y con una
vigencia central. Chile es un país que se encuentra en desatada
carrera electoral y con unos niveles de abstención descomunales, en
los últimos tres eventos eleccionarios. Esto último no es trivial.
El desenlace de toda elección es definida sólo por los que
concurren a las urnas y no por aquellas y aquellos que se quedan ese
día –debido a las razones que sean- en sus propias casas. Y no
sólo eso. El que creyó, por desencanto, decepción o desinterés en
el sistema político, que su abstención no influiría en la vida que
vendrá, se equivoca y seguirá equivocándose, al igual que los que
pensaban que la tierra era plana o que el planeta azul era el centro
del universo. Abstenerse es dejar a la deriva o al azar, la esperanza
o la tragedia de la vida de millones de seres humanos.
Chile
es un país con el sueño pesado. Muchos de sus habitantes han
desarrollado la formidable capacidad de poder dormir profundamente
cada noche, con una tranquilidad digna de un instructor de yoga, a
pesar de que millones de chilenas y chilenos viven en precariedad o
miseria socioeconómica. Para muchos sólo les resta la indigna
esperanza de obtener mejores niveles de consumo, en un contexto de
esclavitud. Ahora, en el ballotage,
las alternativas oscilarán entre una señora furibunda que desea
profundizar la dominación neoliberal de los dueños del país y
otra, con look
maternal
y afición al silencio, que hará el ademán de hacerle cosquillas al
poder económico, pero que probablemente dejará intactas
–nuevamente- las estructuras de dominación y explotación.
En
el camino quedaron Meo, Claude, la Roxana y Sfeir, cada uno desdeñado
respectivamente por burgués, arrogante, pobre y hippie. Sin ellos se
irán al despeñadero, al menos por cuatro años, la nacionalización
del cobre y de los recursos naturales, la reforma tributaria y un
impuesto decente a las monstruosas rentas de las grandes empresas.
Atrás quedarán los cambios al sistema político; es decir, la
asamblea constituyente y una nueva constitución; también el fin del
sistema binominal, de los quorum supramayoritarios, del poder fáctico
del Tribunal Constitucional y del poder de veto de una derecha
heredera de la dictadura. Tras bambalinas hibernarán el carácter
público y solidario de la educación, la salud y la previsión
social, así como el cambio en las leyes laborales, la horizontalidad
en la relación con los pueblos originarios y una nueva política
energética y medioambiental.
Todas
estas transformaciones estructurales son vitales, aunque no es común
que sean relacionadas con una existencia digna, ya sea individual y
colectiva. Es frecuente que la mirada se distraiga en las contiendas
que protagoniza casi toda la clase política institucional, perdiendo
el foco en los verdaderos cerrojos de todas las grandes
transformaciones: los grupos económicos. La fuerza de la
re-politización se parece a la noción de que usted tiene cierto
control sobre la casa en que habita. Pero, el éxito del poder
económico-político es hacer que no lo tenga, pero que crea que sí
lo tiene. La idea es que usted crea que la gotera que apareció en la
casa que le entregaron para vivir, o la humedad y el frío que se
filtra por sus paredes, no es debido a una estructura mal construida,
sino que el problema es suyo: usted es el que se pone debajo de la
gotera, usted no enciende la estufa o usted no se abriga bien.
Los
grupos económicos saben perfectamente que Chile les pertenece sólo
a ellos y, haciéndonos creer que de nosotros también, han sabido
transformar la experiencia de subordinación y esclavitud en una
placentera trayectoria de consumo y de infierno crediticio. Ellos son
la constructora que edifica su casa, le concede el crédito, redacta
el contrato, le organiza su deuda, le cobra el préstamo, intereses y
comisiones. Hasta diseña las normas de edificación y decide si
permanece ahí, en caso de que tenga dificultades para pagar. La
historia habla por sí sola. Si usted se pone firme con su reclamo,
le envían la fuerza pública y, en casos desesperados, a los
militares. Le dicen que ante cualquier dificultad, el problema es
suyo. Como nos convencieron de que nuestros destinos dependen sólo
de nosotros mismos, cualquier alusión causal al modelo de desarrollo
que nos oprime, rompe de inmediato la narcótica creencia en que está
fundada nuestra cultura de despolitización.
Usted
puede insistir en que, a pesar de todo, Chile le pertenece. Sin
embargo, piense en una cosa. La constructora que usted eligió y que
hizo su casa, persistirá en que los problemas estructurales que
padece no son tales y, si le cree, buscará -orgulloso de su
creatividad y emprendimiento personal- alguna solución adaptativa.
El asunto es que así el problema ya no será de la casa, sino que
sólo de usted. Y, mientras siga forrando con lo que sea las paredes
y tapando goteras, verá como esas molestas gotas y esa humedad que
corroe las estructuras de lo que usted señala como su hogar, se
convertirán finalmente en el torrente calvario de su tozuda
subordinación.
* Publicado en revista Bufé Magazin de Cultura y en El Quinto Poder
* Publicado en revista Bufé Magazin de Cultura y en El Quinto Poder
martes, 10 de septiembre de 2013
Piñera y el Voto en el Exterior: Crónica de una Mitomanía
- Columna escrita junto al sociólogo chileno Alberto Mayol
“Tarde,
mal y nunca” solemos decir en Chile cuando algo fue realizado de
modo precario y/o sin la voluntad real de que sea ejecutado. Si las
cosas se hacen tarde y mal, es lo mismo que nunca. En esta crónica
ilustraremos sobre los antecedentes y acontecimientos que revelan que
el gobierno de Sebastián Piñera ha prometido mucho sobre el voto de
chilenos en el exterior, pero lo poco que ha hecho se hizo tarde, mal
y nunca. Tarde, porque el asunto podría ejecutarse con gran
velocidad (no se necesita la reforma constitucional de la que se
habla). Mal, porque se eligió el camino menos conducente para
viabilizar el proyecto (se podría hacer una ley a la brevedad). Y
nunca, porque en definitiva se pretende modificar la legislación
poniendo restricciones y manteniendo los absurdos sesgos contra los
chilenos que habitan fuera de nuestra frontera (sólo se está
abriendo la puerta para la elección presidencial, plebiscitos
nacionales y, eventualmente, elecciones primarias). La descripción
que hacemos tiene dos dimensiones: argumentamos en el marco de la
discusión para la resolución política y legal de este problema, al
tiempo que describiremos las operaciones políticas que han estado en
juego para evitar que el voto de chilenos en el exterior sea viable
o, al menos, para obstaculizar el ritmo natural de los
acontecimientos y la racionalidad mínima. Agradecemos que para esta
crónica muchos chilenos, en Chile y en el exterior, con altos grados
de conocimiento en los temas técnicos en juego, nos hayan apoyado
para la elaboración del documento.
Sobre
las promesas, el engaño y la simplicidad legal del voto en el
exterior
La
política exige que la incompetencia y la falta de voluntad se vistan
con otras ropas para resultar tolerables. La impostura y la mentira
son, entonces, buenas compañeras. En el Siglo XIX,
el escritor e historiador francés Prosper Mérimée señaló que
“toda mentira de
importancia necesita un detalle circunstancial para ser creída”.
En el campo de la política,
esta consideración puede tener una relevancia central, especialmente
si se trata de una promesa política. En ocasiones, una promesa
incumplida puede constituir el desenlace poco feliz de un objetivo
proclamado, pero que ha sido frustrado por el inexorable peso de las
circunstancias. Otras veces, ésta representa la expresión velada o
el disfraz que encubre una mentira deliberadamente formulada,
especialmente cuando se tiene la creencia de que “parecer” genera
más réditos políticos que “ser”. La historia política chilena
ha estado plagada de promesas de campaña, muchas de las cuales han
despertado grandes expectativas entre la ciudadanía. Algunas han
sido esgrimidas representando el genuino anhelo de mejorar,
perfeccionar o transformar un determinado orden social. Sin embargo,
una promesa política es, al fin y al cabo, sólo una promesa. Es
decir, es la pretensión de un futuro potencial que -declarado en el
presente- es capaz de cautivar al electorado, el cual hipoteca el
sueño de su realización a la voluntad política de aquel que
promete.
El
ejercicio del derecho a voto desde el exterior fue una de las
promesas de campaña del presidente Sebastián Piñera. En
innumerables ocasiones ha declarado ser partidario de que cientos de
miles de chilenas y chilenos puedan sufragar en los países en que
residen. Y aunque esta declaración de intenciones sea valorable, con
ello el Presidente no hace más que aludir a un propósito
obligatorio, que es el de respetar la Constitución. Más aún si se
trata de un derecho constitucional que está siendo vulnerado
sistemáticamente por la institucionalidad política chilena. Por
tanto, su adhesión u oposición personal al voto exterior puede
tener valor en el campo de la retórica y de la voluntad política,
pero no en el terreno de las obligaciones exigidas para su cargo. Él
debe hacer cumplir la Constitución, pues incluso ésta carta
fundamental que tenemos, con todos sus defectos, favorece el voto de
los chilenos en el extranjero.
Sin
embargo, esto último es pasado por alto y tolerado por gran parte de
la clase política, primando los recursos del discurso y de la
voluntad personal. El presidente Piñera sabe (y todos lo saben) que
se está violando un derecho al no destrabar el ejercicio del derecho
a sufragio en el exterior. Sabe que se vulnera la igualdad ante ley,
reconocida como derecho individual y principio en el artículo 19 N°2
de la Constitución. La misma Carta Fundamental, en su Artículo 13,
Inciso 2, reconoce como ciudadanos a los chilenos, sea que vivan
dentro o fuera del territorio nacional. Específicamente, establece
que “son ciudadanos los
chilenos que hayan cumplido dieciocho años de edad y que no hayan
sido condenados a pena aflictiva”.
¿Está enterado el Presidente de que ninguna de estas condiciones
tienen algo que ver con residir en el país o en el extranjero? Por
supuesto que sí. Sabe que la Constitución asigna la titularidad del
derecho a sufragio a todo aquel que cumple con estos requisitos.
Los
derechos civiles exigen un rol activo del Estado, para que éstos
puedan ejercerse con igualdad. Un Estado que se abstiene de actuar
cuando hay un grupo de ciudadanos impedido de ejercer sus derechos,
es un Estado cómplice en la vulneración de éstos. La ausencia de
implementación del voto exterior confiere al Estado de Chile la
calidad de vulnerador de derechos políticos y ciudadanos.
Desde
esta perspectiva, la omisión del Presidente Piñera es grave, además
de poner de manifiesto su falta de sinceridad ¿Por qué el
presidente Piñera, a pesar de declararse partidario del voto
exterior, no ha concretado su promesa presidencial, refrendada en
cuatro cuentas públicas del 21 de mayo y en programas radiales y
televisivos? Simplemente, porque nunca ha querido que se concrete y
porque hará todo lo posible para que no ocurra. Bajo el alero de
argumentos aparentemente jurídicos y pretendiendo confundir a la
opinión pública, el Presidente ha insistido en que “quiere, pero
que no puede”, cuando la verdadera ecuación política es inversa:
“Puede, pero no quiere”. Su adhesión al voto exterior constituye
una mentira articulada, formulada con la creencia de que mentir
(sobre su adhesión) minimizará los costos políticos resultantes
del incumplimiento de su promesa. Para ello, el presidente Piñera y
la Alianza han emprendido cuatro operaciones políticas con ropaje
jurídico, destinadas -por acción u omisión- a obstaculizar,
postergar o restringir la implementación del voto chileno en el
exterior, al menos en este periodo presidencial.
Las
operaciones políticas de Sebastián Piñera y de la derecha contra
el voto chileno en el exterior
La
primera de estas operaciones consistió en presentar propuestas
legislativas, diseñadas deliberadamente
para que fuesen rechazadas en el Parlamento, debido a las condiciones
inaceptables -bajo el término de “vínculo”- que se consignaban
en sus textos. Se trata de iniciativas, tales como el proyecto de ley
(Boletín N° 7358-07) y el proyecto de reforma constitucional
(Boletín N° 6950-07). El Presidente exigía como vínculo la
permanencia continua o discontinua de cinco meses en Chile en los
últimos ocho años, cotizaciones previsionales en al menos tres de
los últimos cinco años y haber votado en Chile en las últimas dos
elecciones presidenciales, entre otros requisitos. Estas
condiciones discriminaban
socioeconómicamente, vulnerando explícitamente el principio
constitucional de igualdad ante la ley. Obviamente, el rechazo de la
Oposición no se hizo esperar.
La
segunda operación política fue modificar su concepto de vínculo,
declarando que sólo consistía en la inscripción en consulados y
embajadas, pero exigiendo a cambio una reforma constitucional. Como
si siguiera al pie de la letra a Prosper Mérimée, el requerimiento
de una reforma constitucional surgió como el detalle circunstancial
necesario para que la falacia fuese creída. Todos
los legisladores saben que la
reforma no es jurídicamente necesaria, dado que la Constitución
vigente reconoce como ciudadanos a los chilenos en el exterior. Pero
las normas de iniciativa exclusiva de la Constitución, los altos
quorum de aprobación requeridos para un cambio legislativo y la
sobrerrepresentación de los conservadores en el Congreso, no dejaron
paso a los parlamentarios para legislar de otra forma.
Por
ello, leyendo el juego de piernas del Presidente, senadores de
oposición (Alvear, Allende y Patricio Walker) presentaron en junio
de 2013 una reforma constitucional (Boletín N° 9004-07), con las
nuevas condiciones que éste exigía. Para un tramitación rápida y
teniendo en consideración la inminencia de las elecciones 2013, se
requiere de una indicación de urgencia de parte del Ejecutivo, para
que la Moción siga un curso de tramitación acelerado. ¿Qué ha
hecho el presidente Piñera frente a un proyecto de reforma que se
ajusta a sus requerimientos? Guardar silencio.
A
pesar de ello, el 14 de julio de 2013 fue aprobada en la Comisión de
Constitución del Senado la idea de legislar del proyecto. Sin
embargo, desde el mismo día de su aprobación comenzó la tercera
operación política. Los medios de comunicación El Mercurio, La
Tercera y La Segunda arremetieron con columnas de opinión y
editoriales, rechazando o condicionando el voto exterior. Del mismo
modo, la UDI rompió el silencio resucitando el requerimiento de
vínculo que el Presidente había desechado. Esto se hizo necesario
para soslayar una inactividad presidencial que se hacía
insostenible, pasando a la argumentación abiertamente censitaria y
discriminatoria.
Un
argumento para negar el voto exterior es que los chilenos en el
extranjero no pagan impuestos. Es tan débil ese razonamiento que no
se percatan que con ese criterio cientos de miles de estudiantes,
dueñas de casa, cesantes y jubilados que residen en Chile perderían
su ciudadanía, ya que tampoco pagan impuestos. Otro argumento
abiertamente chauvinista es que a los connacionales en el extranjero
no les afecta la vida política nacional. Este criterio desconoce
gravemente los alcances e impactos -nacionales e internacionales- que
tienen las decisiones políticas en un mundo globalizado, afectando
la vida de los chilenos que viven en el extranjero, así como de sus
familias que residen en Chile. Un tercer argumento es la condición
de ex-exiliado que presenta casi un 13% de los chilenos en el
exterior, interpelación que vulnera abiertamente la libertad de
pensamiento, condicionando la ciudadanía a la tendencia política de
las personas.
Esta
línea argumentativa ha sido enarbolada por los detractores del voto
exterior sin condiciones. La derecha chilena, que antaño defendió
el voto censitario, hoy tiene una renovada lucha. Sugiere un
sinnúmero de requerimientos discriminatorios, de índole
socioeconómica y política, que vulneran derechos fundamentales
consignados en la misma Constitución que han pretendido defender,
frente a cualquier intento de modificación. Débiles
argumentativamente, tampoco -desde el presidente Piñera, hasta sus
extensiones en la Alianza- han podido ocultar de manera eficaz su
férrea oposición al voto chileno en el exterior, al menos para las
próximas elecciones presidenciales y parlamentarias.
La
cuarta y última operación fue omitida por la prensa. El mismo 14 de
Julio de 2013, día en que se aprueba en la Comisión Constitución
la idea de legislar el proyecto de reforma, es ingresada en el Senado
una nueva Moción de reforma constitucional (Boletín N° 9069-07).
El nuevo texto consigna nuevamente como autores a las senadoras
Alvear y Allende, y al senador Patricio Walker (autores de la Moción
anterior), pero incluyen esta vez en la autoría a los senadores
Hernán Larraín (UDI) y Alberto Espina (RN). La nueva Moción
sugiere la existencia de un acuerdo político, que pondría como
condición expresa (establecida por la Alianza y aceptada por la
Nueva mayoría) de no incluir en el texto las elecciones
parlamentarias en el ejercicio del voto exterior. Sin embargo,
independiente de que la Nueva Mayoría continúe con su tradicional
juego del “peor es nada” y que la Alianza pueda esta vez
participar de la autoría de la reforma, se pasa por alto que este
tipo de exclusión impide a cientos de miles de chilenos elegir a
aquellos que adoptarán decisiones legislativas, las cuales tienen
impacto nacional e internacional.
Se
sabe que esta reforma -jurídicamente innecesaria- tuvo como objetivo
político neutralizar la introducción de un vínculo discriminatorio
en el ejercicio del voto exterior. Sin embargo, este nuevo eventual
acuerdo genera un blindaje de rango constitucional al Poder
Legislativo, protegiéndolo de las decisiones ciudadanas sobre
quiénes legislarán en el país. Es más, si ahora la Constitución
consigna la titularidad del derecho voto a todos los ciudadanos,
residan o no en el exterior, con la última Moción este derecho
quedará restringido en el mismo texto constitucional, vulnerando
nuevamente el principio de igualdad ante la ley. En suma: buen
negocio para los legisladores; mal negocio para la ciudadanía y la
democracia.
¿Se
puede votar en las elecciones de 2013?
Sí
se puede. Lo que hay que tener en claro es que, aunque es la vía
legislativa que ha suscitado un relativo consenso político, una vez
aprobada la reforma constitucional, tampoco queda habilitado el
ejercicio del voto exterior. La reforma es la vuelta larga. Porque,
con independencia de dicha reforma, para hacer operativo el voto de
los chilenos en el exterior se requiere de una ley que adecúe las
actuales normas del Servel y aquellas que regulan el acto electoral,
a los requerimientos del sufragio efectuado desde el exterior.
Sin
embargo, el Presidente tampoco ha ingresado ningún Mensaje en este
sentido. Dicha ley, por modificar normas del estatuto de un órgano
de la administración del Estado (consulados y embajadas) y por
generar gasto público, es de iniciativa exclusiva del Presidente.
Del mismo modo, dicha ley, por modificar y exceptuar normas de Ley
Orgánica Constitucional (LOC), tendrá normas de rango de LOC,
lo cual requiere 4/7 para
su aprobación. En resumen, las “trampas” de la Constitución
(usando los términos de Fernando Atria) una vez más están al
servicio de la derecha más conservadora y antidemocrática que tiene
poder de veto sobre la mayoría.
La
posibilidad de habilitar el voto exterior para el 2013 depende de la
exclusiva voluntad política del Presidente Piñera y de su capacidad
de liderazgo frente a su coalición, además de la presión política
que pueda ejercer la Nueva Mayoría. Juegan en contra el cálculo
electoral de toda la clase política: aquí todos evitarán lidiar
con la incertidumbre asociada al eventual comportamiento electoral de
miles de chilenos residentes en el exterior. En tal sentido, la
posibilidad de implementación del voto exterior para el 2013, aunque
implique terminar de configurar en Chile el sufragio universal y
fortalecer el sistema democrático, tropieza con el cálculo
electoral de toda la clase política, con la mitomanía del
Presidente, con el conservadurismo censitario de la Alianza, con la
pasividad política -a veces cómplice- de la Nueva Mayoría, pero
también con el compromiso persistente de unos pocos parlamentarios.
Finalmente,
toda esta crónica deja lecciones para el futuro. No hay mentira que
dure cien años. Y cuando el embuste queda al descubierto, el efecto
boomerang
golpea con fuerza los tobillos de la pequeñez política. El que
miente, sabe que lo hace. Y los que han padecido, podrán perder la
ciudadanía, pero no la memoria. Que lo sepa el Presidente, la
derecha que hoy se opone al sufragio universal y toda la clase
política. Un millón de chilenos que residen en el exterior y sus
familias que viven en Chile, todo esto lo recordarán.
(publicada en el diario electrónico El Mostrador, el 28 de agosto de 2013 y en El Quinto Poder)
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